¿Cuántas veces ha escuchado decir: “Espera a que tal y cual soltero tenga hijos a ver si dirá lo mismo sobre cómo criar a los hijos”?
Le haré una pregunta: ¿Estaría usted dispuesto a escuchar los consejos de un soltero en cuanto a la crianza de los hijos?
Ese soltero es Jesús. Jesús fue soltero, pero también fue perfecto. Además, él es nuestro Creador. Lo que él habló sobre el matrimonio y la crianza de los hijos es de suma importancia para nosotros.
En el Sermón del Monte, Jesús enseñó las siguientes virtudes que se pueden aplicar a los padres para ser exitosos en su encargo. A continuación, vamos a destacar esas enseñanzas y junto con cada punto de enseñanza, aparece una anécdota como ejemplo de la virtud en acción.
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).
En cierta ocasión, Leonardo le dijo a su hijo Josué que no molestara a su hermanito. Josué no obedeció, por lo que Leonardo se impacientó y lo golpeó en la cara. Más tarde, Josué parecía triste y callado. Leonardo comprendió que había abusado de su hijo en vez de disciplinarlo en amor. Así que, le pidió perdón. Josué se vio tan animado por este acto que buscó a su hermanito y se disculpó con él por haberlo molestado.
“Bienaventurados los que lloran [por sus malas acciones], porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4).
Una noche Antonio se quejó por la cena que había preparado su esposa. Ella se enojó y salió de la casa. Allí a solas en la casa, Antonio reconoció que muy a menudo su actitud de crítica hería a su esposa. Antonio le confesó su falta, y ella lo perdonó.
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5).
Cierto anciano resolvió dedicar el resto de su vida a la oración por sus hijos y descendientes para que se dedicaran al servicio a Dios. Así que, apartó una hora cada día para orar por ellos. Esta forma de orar llegó a ser una tradición en la familia, y se heredó la promesa de Dios en los descendientes de este hombre hasta la cuarta generación.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).
El mayor deseo de Alfredo era que todos sus hijos llegaran a servir al Señor. Anhelaba que sus hijos tuvieran hambre por la Palabra de Dios. Cada noche, antes de acostarse, Alfredo reunía a su familia para un culto familiar. Aun cuando tenían visitas en la casa, Alfredo los invitaba a participar con ellos en el culto. Esta práctica les enseñó a todos los hijos de Alfredo a tener un gran respeto por la Palabra de Dios y por lo que es correcto.
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7).
Cuando Gerardo volvió a su casa después de una semana de viaje, encontró a su esposa triste y cansada. Para animarla, él se puso a jugar con los niños antes de acostarlos. Luego se sentó a la mesa con su esposa para tomar con ella una taza de café. Hablaron acerca de su viaje y lo que había sucedido en la casa en su ausencia. Mientras conversaban, la cara de su esposa cambió de aspecto, y pronto estaba más contenta.
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
Cuando Hernán consiguió trabajo en una oficina, su esposa tenía la preocupación de que él se interesara en una de las mujeres que trabajaban allí. Hernán no le puso importancia a la preocupación de su esposa y al poco tiempo ya estaba entreteniendo pensamientos indebidos acerca de una de las mujeres de la oficina. Los dos empezaron a salir juntos, y finalmente se juntaron en unión libre. A pesar de que más tarde la mujer dejó a Hernán y éste volvió a su esposa, ahora él se arrepiente por no haber escuchado a su esposa y así evitar los pensamientos pecaminosos antes de que sucediera lo ocurrido. No mantener el corazón limpio nos lleva al pecado.
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).
Los hijos de Rafael tenían problemas en la escuela y conflictos en el hogar. Rafael se dio cuenta de que su relación con sus hijos era muy distante. Después de apartar un tiempo en oración respecto al problema, empezó a buscar maneras de pasar más tiempo con ellos. Luego inscribió a sus hijos en una escuela cristiana privada donde los padres podían tener mayor participación en la educación de sus hijos. En el día sábado de cada semana, él procuraba incluirlos en los quehaceres de él. Apartó una noche por semana para tener alguna actividad en familia. Los conflictos empezaron a desaparecer a medida que los hijos sentían el amor de su padre.
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10).
Jonatán estaba desanimado. Su casa ya era vieja y estaba a punto de desplomarse. Las fuentes de trabajo escaseaban. Sus hijos no lo respetaban y su esposa ya no le quería hablar. Jonatán tenía deseos de darse por vencido. Pero, en lugar de hacer eso, fue a hablar con su pastor. El pastor le ayudó a enumerar las cosas buenas de que aún gozaba. Oraron juntos, dándole las gracias a Dios por estos beneficios. Con esto, Jonatán cobró nuevo ánimo para seguir adelante.
Estas virtudes que Jesús enseñó se conocen como las “bienaventuranzas”. Los padres que las practican traen bendición a su familia y a la comunidad.
—David Hertzler