La historia de Balaam nos enseña a dónde lleva el camino del que no acata la Palabra de Dios. Nos exhorta a no seguir la avaricia del corazón, a tomar en serio la Palabra de Dios, y a no buscar la manera de cambiarla y negociar con Dios acerca de ella. Así no seremos inútiles en su reino.
La epístola de Judas nos advierte de hombres impíos que entran en la iglesia de Cristo. Éstos, con sus falsas enseñanzas, arrastran a los creyentes al error. También insta a los creyentes a contender por la fe para no perderla como les sucedió a los israelitas al llegar a la tierra prometida. Ellos por su incredulidad rehusaron obedecer a Dios y se quedaron en el desierto donde murieron. El propósito de esta pequeña misiva era exponer a los falsos maestros, y exhortar a los creyentes a mantenerse fieles a la sana doctrina que les fue enseñada. Para nuestra seguridad espiritual, es necesario que identifiquemos a esas personas cuando intentan ingresar en la iglesia.
Para exponer algunas de las características de esos falsos maestros, el apóstol utiliza varios personajes de la Biblia para representar mejor cómo son. El segundo de esos personajes que el apóstol utiliza es Balaam. Judas dice que los falsos profetas “se lanzaron por lucro en el error de Balaam” (Judas 11). ¿A qué se refería Judas? ¿Quién era Balaam? ¿En qué consiste su error?
En el capítulo 22 de Números leemos la historia de Balaam. Los hijos de Israel, después de vagar por el desierto durante casi 40 años, llegaron al país de Moab. Balac, el rey de Moab, había oído que Egipto había quedado en ruinas cuando el Dios de Israel los sacó de allí. Había oído de los milagros que Dios había hecho durante el viaje, y que ningún pueblo había podido hacerles frente. Balac tuvo miedo de que los israelitas hicieran guerra contra su país y que él no pudiera resistir.
Balac, un hombre pagano e idólatra, creía que el poder de los dioses paganos podría detener el frente israelita. Así que mandó mensajeros para hacer venir a Balaam, un famoso hechicero, adivino, y profeta de Mesopotamia. Balac quería que Balaam maldijera a Israel. Le ofreció honor y riquezas a cambio. Aunque Balaam no era israelita y practicaba artes ocultas, también reconocía y respetaba a Dios. Cuando consultó a Dios respecto a la petición de Balac, Dios le dijo que no fuera y que no maldijera al pueblo porque era bendito. Así que Balaam les dijo a los mensajeros de Balac: “Jehová no me quiere dejar ir con vosotros”.
La respuesta de Balaam da a entender que su corazón codicioso deseaba los galardones que ofrecía Balac. Él quería ir, pero Dios no se lo permitió. Dios era un obstáculo que le impedía recibir la recompensa. Balac mandó a otros mensajeros con una oferta aun más atractiva. Aunque Balaam ya sabía lo que Dios le había mandado, les pidió a los mensajeros que se quedaran hasta que él consultara otra vez con Dios. Esta vez, Dios le dijo que fuera con ellos, pero que hiciera solamente lo que él le dijera.
Al llegar Balaam a Moab, tres veces quiso Balac que Balaam maldijera a Israel. Sin embargo, por mandato de Dios, Balaam bendijo a Israel tres veces en lugar de maldecirlos. Balac se enojó y quiso despedirlo sin ninguna recompensa.
Balaam se sometió a Dios en lo que dijo. Pero en su corazón perverso, lleno de avaricia maquinó otra manera de darle a Balac lo que quería sin tener que maldecir al pueblo de Israel (Números 31:16). Le aconsejó a Balac que las mujeres de su pueblo trabaran amistad con los hombres de Israel, que los invitaran a asistir a las fiestas dedicadas a sus dioses, y que los sedujeran a cometer fornicación. De esta manera el pecado mismo de los israelitas traería sobre ellos la ira de Dios, perderían la bendición de Dios, y serían destruidos. En efecto, el consejo rindió frutos para Balac, y pronto la interacción entre los dos pueblos llevó a los israelitas a cometer fornicación con las moabitas. Luego Dios castigó a los israelitas con la muerte de 24.000 hombres (Números 25:1- 9). Mientras Balaam se justificaba, alegando que había obedecido a Dios en no maldecir al pueblo de Israel, al mismo tiempo les había tendido una trampa con la que se logró el mismo objetivo sin “ensuciarse las manos”.
Cuandoquiera que una persona por avaricia sobrepasa los principios de la justicia cristiana a cambio de algún beneficio personal, ha caído en el error de Balaam. Judas nos advierte de esos falsos profetas que por lucro, sea por dinero o algún provecho personal, violan las leyes de Dios y desvían al pueblo de Dios de su voluntad. Todo esto sin dejar de aparentar que son siervos de Dios. Jesús condena fuertemente a los que hacen largas oraciones mientras, por otra parte, devoran las casas de las viudas (Mateo 23:14). Siendo esclavos de la avaricia, pierden los escrúpulos cristianos y cometen toda clase de maldad, por el fuerte deseo de algún beneficio propio. A nuestro alrededor, muchos usan la religión como fuente de ganancia. Exigen los diezmos para enriquecerse. Piden contribuciones para la obra de Dios, pero en realidad, las usan para vivir en opulencia. El apóstol Pablo habla de los que “toman la piedad como fuente de ganancia”, y nos manda diciendo: “apártate de los tales” (1 Timoteo 6:5).
Por otra parte, también es importante reconocer que nosotros a veces somos tentados a transigir con la falsedad y los conceptos no cristianos, y todo a cambio de algún beneficio personal. Presentamos justificaciones para alguna violación de los principios cristianos si dicha violación nos favorece en nuestros negocios. Si una “mentira piadosa” mejora nuestras ganancias u oculta algún error nuestro, nos vemos tentados a caer en el error de Balaam. Si está en juego una posición de prestigio y poder, nos vemos tentados a suavizar nuestra postura respecto a los principios bíblicos.
Fue el amor al dinero, la avaricia, lo que desvió el corazón de Judas Iscariote de su amor y lealtad a Jesús y lo llevó a caer tan bajo que entregó a su Señor. Luego, lo llevó a su muerte. Cuando entendió hasta donde lo había llevado la avaricia, despreció el dinero y se suicidó (Mateo 27:5).
La Biblia nos dice que el amor al dinero daña y tuerce la consciencia de la moralidad cristiana. En 1 Timoteo 6:9-10 dice: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe”.
Jesús nos dice en Mateo 6:24: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Y el apóstol Pablo nos amonesta en Efesios 5:5 con estas palabras: “Porque sabéis esto, que ningún … avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”. Uno de los requisitos para el obispo es que no sea “codicioso de ganancias deshonestas” y que no sea “avaro” (1Timoteo 3:3). Tenemos que reconocer que es imposible servir a Dios mientras vamos tras alguna ambición personal.
Nuestro servicio a Dios debe ser voluntario y con ánimo pronto, y no por ganancia deshonesta (1 Pedro 5:2). A Dios le agrada el servicio que nace del corazón de amor por él y por su causa.
El avaro tiene la vista muy corta. Su deseo, esfuerzo, y energía enfocan lo material, lo pasajero, lo de esta vida. Está tan dominado por el deseo detener posesiones que olvida las verdades eternas de Dios. Jesús nos hace la pregunta: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26). Llegará el día cuando estemos delante de Dios desnudos; sin nada a nuestra cuenta aparte de lo que hayamos invertido en el reino de Dios durante esta vida. Entonces ¿qué valor tendrá todo lo que hayamos acumulado aquí?
El avaro es egoísta. Piensa en sí mismo. Piensa en amontonar para sí mismo aun acostas del bienestar de otros. A Balaam realmente no le importó el bienestar de Israel. Lo bendijo solamente porque Dios no le permitió maldecirlo. El consejo que luego le dio a Balac es prueba de que no le interesó el bienestar de los israelitas. Lo único que le importaba era el beneficio propio. En Efesios 4:28 nos dice que debemos trabajar con las manos para que tengamos “que compartir con el que padece necesidad”. En Hechos 20:35 nos recuerda que “más bienaventurado es dar que recibir”.
Otro aspecto del error de Balaam fue dudar de la palabra de Dios. Al parecer, Balaam creía que Dios podría cambiar su palabra y permitirle satisfacer sus gustos y deseos. En la carta del apóstol Judas, notamos que ése es uno de los problemas de los falsos maestros. Ellos intentan cambiar la Palabra de Dios. No están conformes con lo que Dios dice, el evangelio que les ha sido dado. Quieren hacer que la Palabra de Dios diga lo que en realidad no dice. Pero con Dios no se pueden negociar esos asuntos.
Al ver la advertencia que nos da el apóstol Judas, esta historia de Balaam nos enseña a dónde lleva el camino del que no acata la Palabra de Dios. Nos exhorta a no seguir la avaricia del corazón, a tomar en serio la Palabra de Dios, y a no buscar la manera de cambiarla y negociar con Dios acerca de ella. Judas nos insta a aceptar su Palabra sin tratar de acomodarla a nuestros gustos. Debemos obedecerla tal y como nos enseña. El error de Balaam es un camino que conduce a la perdición. Es un camino de engaño y destrucción. Es un camino extremadamente peligroso.
¿Cuál es el deber del creyente sincero que se preocupa por su condición espiritual? Judas nos insta a “contender por la fe”. Es posible perder la fe santa, la fe una vez dada a los santos. Los israelitas perdieron la vida porque perdieron la fe. Fueron libertados de la esclavitud en Egipto, sólo para morir en el desierto por su desobediencia a la Palabra de Dios (Judas 5). De la misma manera, los ángeles que una vez fueron fieles a Dios, fueron echados del cielo por su rebeldía a la autoridad de Dios.
El error de Balaam nos hace inútiles en el reino de Dios. Pidámosle a Dios que nos limpie el corazón del deseo de aprovecharnos materialmente de nuestro servicio a Dios. El beneficio que podamos obtener no debe influenciar la calidad de nuestro servicio.
Sigamos fielmente al Señor, con humildad siguiendo su Palabra en todo aspecto, y él nos guardará sin caída para presentarnos delante de su gloria con gran alegría (Judas 1:24). A su tiempo, Dios nos galardonará según lo que merezcamos.
¡Cuidémonos del error de Balaam!
~ Felipe Yoder