Un minuto después de la muerte

Un hombre muere—¿y después qué?

Un hombre muere—¿y después qué? La pregunta debió haber surgido en el primer funeral de la historia humana. El primer hombre que miró la muerte fue Caín. Con sus propias manos había derramado la sangre de su hermano ¡Horrible el silencio de una vida terminada! Caín debió haberse preguntado con la conciencia ardiendo: “¿Vivirá otra vez?”

No hay que adivinar acerca de ello. Dios ha permitido una mirada más allá del sepulcro, y hasta nos ha dado la conversación que allí se realiza:

“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envías a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen, óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:22–31).

El hombre rico se despertó en un lugar donde las cosas están determinadas. Ya no podía alcanzar nada ni con su dinero ni con su influencia. Se despertó en un lugar donde no se podía conceder ni un solo deseo. ¡Y además de su miseria tenía una memoria que lo perseguía! Ahora se daba cuenta que había vivido “por la comida que perece”. Recordaba sus vestidos finos y los placeres de su vida. Ahora, un minute después de la muerte, una vida de lujo se había tornado en amargura.

Al final él vio la verdad, creyó en Dios, creyó en la oración, creyó en el cielo, creyó en el trabajo misionero y personal—en todo eso—pero demasiado tarde. Tenía una norma nueva de valores—¡pero muy tarde! Estaba en un lugar donde las cosas están determinadas. Gritaba para que cambiaran, pero era inútil. Imploraba amistad con los salvos, pero ¡le fue negado porque la gran sima está puesta! Se dio cuenta que la oportunidad se había presentado sólo en la vida de la tierra, y clamaba para que alguien persuadiera a sus Hermanos en la tierra de los vivientes, para que ellos pudieran apoderarse de esa oportunidad de salvación antes que la muerte los llevara a donde estaba él. Sí, ahora creía en la oración, ahora creía en la predicación, ahora creía en la obediencia a lo que dice Dios—¡pero demasiado tarde!

El hombre rico tuvo un punto de vista diferente un minuto después de la muerte. ¡No sólo estaban las cosas determinadas, sino determinadas para siempre! El justo fue llevado a la presencia de Dios deleitosamente consciente de gozo; pero el rico fue llevado al lugar del diablo, dolorosamente consciente de su sufrimiento. Sed eterna por una gota de agua es una experiencia horrible para alguien que nunca conoció escasez. Cuando un océano de agua no podía apagar las llamas, ser negado hasta una gota de agua sería un sufrimiento indescriptible. Claramente, allí estaba un hombre que hubiera estado feliz de creer en el purgatorio—pero no existe. La sima está puesta. Se colocó él mismo más allá de la oración y más allá de la esperanza, y ahora eternamente más allá de toda ayuda.

Amigo, no podrás cambiar tu decision acerca de Jesucristo un minuto después de la muerte. Si no le permites tener control de tus afecciones en esta vida, Él no puede darte auxilio después de morir. Si no le fijas valor a la oración y a la Piedad en esta vida no tendrán valor un minute después de la muerte. Como mueras, así permanecerás. Si no eres sincero como un cristiano ahora, Dios no le pondrá valor a tu sinceridad un minuto después de la muerte. Las señales, maravillas y Milagro en esta vida no tendrán ningún valor si no le obedeces a Dios. “En llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1: 8, 9).

¿Oirás las terribles palabras: Hijo, recuerdas? Recuerdas los pecados, la vida desperdiciada, el desprecio con el cual te burlaste de tus ministros y padres fieles; el egoísmo y la avaricia que te cerró la entrada al cielo; las veces que peleaste en contra del Espíritu. ¡Hijo, recuerdas! Recuerdas las oraciones de los que buscaron todos los medios de traerte a la gracia de Cristo. ¿Será: Hijo, recuerdas? Recuerdas que Cristo murió en la cruz en vano según tú. Tan duro y mundano eras que podías saber de la sangre de Jesús sin pedir a Dios que te lavara de tus pecados con esa sangre.

¿Despertarás—demasiado tarde? ¿Mirarás tu propio final—demasiado tarde? Hijo recuerdas—“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.

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El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

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