Zarzas, reyes, y pastores

El papel bíblico de pastores de la iglesia de Jesus, y una explicación del enfoque correcto de la autoridad bajo la cual sirvan al rebaño de Jesús, el buen Pastor

Gedeón fue un israelita humilde y sin pretensiones que Dios usó para derrotar a los madianitas que oprimían a Israel. Contra todo pronóstico, Gedeón ganó la batalla de un modo extraordinario. Como resultado, los israelitas querían hacerlo rey: “Y los israelitas dijeron a Gedeón: Sé nuestro señor, tú, y tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano de Madián” (Jueces 8:22).

Gedeón rechazó la oferta con esta reprensión: “No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros” (Jueces 8:23). Él reconoció que la propuesta del pueblo de Israel era un rechazo al dominio de Dios sobre su pueblo.

Después de la muerte de Gedeón, se hizo patente que su hijo Abimelec deseaba ser rey de Israel. Éste contrató una pandilla de vagabundos para que lo ayudaran. Asesinó a todos sus hermanos menos a Jotam, el menor, que logró escapar.

Cuando Jotam oyó que habían hecho rey a Abimelec, subió a la cumbre de un monte, alzó la voz, y clamó delante del pueblo de Israel. Les contó una parábola sobre el liderazgo: “Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano” (Jueces 9:8–15).

En esta parábola hay dos clases de plantas:

  • Las plantas que producen buen fruto, y no quieren ser grandes.
  • La zarza que no produce buen fruto, y quiere ser grande.

Aunque Abimelec duró poco tiempo como rey, las rivalidades en torno al poder persistieron en Israel. El libro de Jueces termina con esta declaración: “En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25).

El período de los jueces finalizó cuando los israelitas exigieron que Samuel les nombrara un rey. Samuel les hizo saber que Dios veía dicha petición como un rechazo total a su dirección divina. Pero ni siquiera las advertencias solemnes de Samuel de que los reyes terrenales los oprimirían, lograron que el pueblo abandonara la idea. Dice 1 Samuel 58:19-20: “El pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras”.

¿Por qué estaban tan decedidos los israelitas a tener un rey terrenal? Ellos mismos dieron tres razones, aparte de su deseo imprudente de imitar a las naciones en su alrededor:

  1. “Nos gobernará.” Esperaban que su rey fuera una fuente de sabiduría y discernimiento.
  2. “Saldrá delante de nosotros.” Esperaban que el rey marchara al frente de ellos en tiempos de peligro.
  3. “Hará nuestras guerras.” Esperaban que el rey les proporcionara seguridad.

Dios mismo deseaba proporcionarle a su pueblo estas cosas: toda sabiduría, dirección y seguridad. ¡Y mucho más! La esperanza de los israelitas de hallar en un rey terrenal todas estas cualidades fue una tontería no menos ridícula que esperar sombra, descanso, y fruto de una zarza. ¡Qué necedad!

¿Le dio Dios un rey a Israel? Sí, se lo dio. ¿Se lo dio de buena gana? No. Él dice en Oseas 13:11: “Te di rey en mi furor”. El furor de Dios era un furor de decepción; se airó porque su pueblo quería destruirse a sí mismo por medio de confiar en un rey humano en lugar de poner su confianza en él. En Oseas 13:9, Dios se lamenta por su pueblo: “Te perdiste, oh Israel, mas en mí está tu ayuda”.

La rebelión de Israel contra la autoridad de Dios sirve de advertencia para la iglesia, que es el pueblo de Dios hoy. Su rebeldía se manifestó en la insistencia de tener un rey terrenal. Además, los resultados a largo plazo demuestran gráficamente lo que también sucede en la iglesia cuando el hombre se rebela contra la autoridad de Dios y nombra líderes conforme a sus propias pasiones (2 Timoteo 4:3). La tendencia humana es confiar mucho en las supuestas habilidades del hombre, y muy poco en las habilidades insuperables del Rey verdadero. La Palabra de Dios sí nos enseña a encargar a hombres fieles como ancianos y pastores en la iglesia. Pero no debemos rebelarnos contra Dios, invistiendo al hombre con la autoridad y el poder que le pertenecen sólo a Dios. Si lo hacemos, estamos destinados a terminar desilusionados con el hombre al que le hemos conferido poder. Además, es posible que suframos una opresión agobiante bajo la mano dura del que investimos con ese poder.

¿Cómo podemos entender el papel bíblico de los pastores de la iglesia y siempre mantener un enfoque correcto de la autoridad de Dios como Rey supremo?

El ejemplo de Jesús es un bello patrón de cómo deben desempeñar los ancianos de la iglesia su responsabilidad. Primero vemos que Jesús asumió el papel del esclavo de la familia cuando les lavó los pies a los discípulos. Después dijo: “¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:12–17).

Rara vez subrayaba Jesús su posición como “Señor y Maestro”. En esta ocasión sí lo hizo, pero probablemente para que a sus seguidores no les quedara duda de que ellos también debían seguir su ejemplo de servir hasta en el rango más bajo.

En cierta ocasión algunos de los discípulos de Jesús le pidieron permiso para mandar fuego del cielo sobre algunos incrédulos que les habían rehusado hospedaje. Jesús respondió con esta reprensión: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas” (Lucas 9:55–56). Los discípulos tenían la idea de mostrar su poder, el poder para destruir a los malos que se oponían a Jesús y su obra.

En otra ocasión hubo un altercado entre algunos de los discípulos sobre cuál de ellos sería el más importante. Jesús les dijo: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lucas 22:25–27).

Aquí Jesús habla de reyes. Nos damos cuenta de que su parecer no ha cambiado desde el día en que Israel insistió en tener un rey terrenal. Hoy, tanto como en la antigüedad, Dios desea gobernar a su pueblo de manera muy distinta a la de los reinos del mundo. Quiere que la hermosura y la gloria del reino de Dios queden manifiestas claramente ante el mundo. Y una de las maneras importantes de mostrar dicha gloria y hermosura es por medio de la excelente forma de gobierno de su reino.

Jesús mismo es el único Rey y Soberano, y debe ser reconocido como tal en su reino. Él nos ha dado el ejemplo supremo de lo que significa ser grande en su reino: significa prestar un servicio humilde, aún hasta la muerte. Significa estar dispuestos a sufrir por el bien del otro. Éste es el modelo divino para cualquiera que desee servir en el reino de Dios.

Los apóstoles siguieron el modelo divino. El apóstol Pablo escribe: “Os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria” (1 Tesalonicenses 2:9–12).

Pablo también dijo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Los ancianos de la iglesia deben imitar a Cristo, sometiéndose a la autoridad de él en todo. Al hacer esto, pueden cumplir con su responsabilidad de exhortar y reprender a los hermanos de la iglesia con toda autoridad, aunque no son más importantes que ellos.

El líder de la iglesia que gobierna como un rey, a diferencia del que dirige como pastor, trata a los hermanos en la iglesia como a súbditos, y exige que se sometan a él.

¿Cuál es una de las responsabilidades de los hermanos de la iglesia hacia sus hermanos, los pastores? La Biblia nos manda: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (Hebreos 13:17). ¿Por qué? “Porque ellos velan por vuestras almas.” ¿Entendió usted? Una característica espiritual del pastor que es un verdadero siervo en la iglesia es que vela por las almas de sus hermanos. A un rey terrenal, en cambio, le preocupa el prestigio de su imperio y su reputación personal. Es destacado el contraste entre las características del gobierno de un rey y de un verdadero siervo en la iglesia.

Los apóstoles tenían la mentalidad de las plantas que producían fruto y no se hacían grandes, según la parábola de Jotam. No se jactaban, ni mandaban despóticamente a sus hermanos en la fe. El pastor cristiano siempre debe aconsejar a las personas que busquen en Dios la sabiduría que les hace falta. Debe aconsejarles a que sean cada vez más conscientes de que dependen totalmente de Dios, y que es él que puede cuidar de ellos.

Pablo describe el sentir que compartía con los demás apóstoles con respecto a su labor: “Según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos” (1 Corintios 4:9–13).

Ésta es la misma mentalidad que demostró Jesús cuando se inclinó y lavó los pies de los discípulos.

Pablo da muchas instrucciones prácticas en sus epístolas para los pastores de la iglesia. El marco que define estas instrucciones es el concepto de que el pastor debe vivir en sumisión completa al Rey Jesús, y guiar a sus hermanos en la fe por el mismo camino.

Conclusión

La clase de liderazgo que mostraron los apóstoles se diferencia drásticamente del concepto de gobierno que mostró la zarza. La zarza quería desempeñar el mando como lo hace un rey, como el que domina a otros. Pero los apóstoles, siguiendo el ejemplo de Jesús, desempeñaron su liderazgo como los que sirven en el rango más bajo.

El gobierno de los reyes terrenales en Israel resultó en siglos de decadencia espiritual entre el pueblo de Dios. Si la iglesia opta por emplear la misma clase de liderazgo hoy día, habrá graves consecuencias porque esta clase de gobierno constituye rebeldía contra la autoridad de Dios.

Jesús nos mostró un mejor camino. Nos mostró que la vida del pastor obediente a Dios se caracteriza por la santidad y la buena disposición de sufrir por el bienestar de los demás. Además, el pastor fiel insta a sus hermanos en la fe, tanto por palabra como por el ejemplo, a seguir con cada vez más lealtad al rey Jesús.

~ Daniel Huber

Tomado de: Boletín informativo de la Publicadora Lámpara y Luz

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اللغة
Español
مؤلف
Daniel Huber
الناشر
Publicadora La Merced
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