La niñez es un período de inocencia. Enseñamos hábitos de modestia deliberadamente, pero de manera que no despierta demasiado la curiosidad del niño.
La ropa es necesaria desde la caída del hombre y la vergüenza que acompañó el conocimiento del pecado. Con el sencillo hecho de que vestimos a nuestros hijos, les enseñamos el valor de la modestia. Así se percatan que es importante cubrirse el cuerpo. Ellos ni siquiera recuerdan cuando no sentían vergüenza de su desnudez.
Sin embargo, en su inocencia, los niñitos muchas veces andan desnudos en la presencia de otros miembros de la familia. Cuando la madre baña al bebé y le cambia el pañal, esto les proporciona a sus hermanitos las primeras lecciones tácitas sobre la diferencia entre los cuerpos de los niños y las niñas. Los padres solo deben cuidarse de que se guarda la inocencia de estos momentos de exposición. Las preguntas inocentes deben recibir una respuesta honrada y, a la vez, apropiada para la edad del niño y su necesidad de saber.
La niñez es un período de inocencia. Enseñamos hábitos de modestia deliberadamente, pero de manera que no despierta demasiado la curiosidad del niño. A las niñas se les enseña a evitar que se le levanten el vestido. Los varones saben que no andamos con pantalón corto ni sin camisa. Conforme los niños crecen, ya no los bañamos ni vestimos en la presencia del género opuesto. Mientras todavía son inocentes les enseñamos a limitar el tiempo que pasan desvestidos. El hábito de pasar rápidamente por el baño y vestirse y desvestirse rápidamente no solo es una cortesía hacia el resto de la familia, sino que limita la oportunidad de tentación al llegar a la pubertad.
En los años justo antes de la pubertad, les proporcionamos y enseñamos a los niños hábitos de privacidad. Les enseñamos a sentir vergüenza y, sin embargo, antes de la pubertad no es necesario inculcarles un sentir de culpa por inocentes faltas de modestia o privacidad. Por otro lado, tampoco deseamos hacer chistes de tales faltas. Concientizar demasiado a los niños de las diferencias entre sus cuerpos y su necesidad de separarse no es conducente a la inocencia. Por ejemplo, es normal y sano que los niños pequeños de ambos sexos jueguen juntos y hasta se toquen al jugar.
La inocencia de la niñez debe protegerse, pues puede estar amenazada por cualquier número de faltas aparentemente inocentes. Debemos observar el tiempo de juego con otros, incluso con niños que nacieron en hogares cristianos bien disciplinados.
Cuando nuestro testimonio a los hogares mundanos requiere permitir alguna relación de nuestros hijos con los suyos, es imperativo que toda interacción y juego se haga en nuestra presencia. Los niños menos disciplinados o que son influenciados por medios como internet, radio y televisión pueden dañar en un momento la inocencia de nuestros hijos. Las palabras, insinuaciones y sugerencias que los niños captan de los impíos pueden despertar mala curiosidad o enseñar conceptos que nuestros pequeños no están equipados para enfrentar.
Los padres les causan daño similar a sus hijos cuando neciamente comienzan a bromear sobre las relaciones entre varones y mujeres o aun cuando hablan seriamente de posibles compañeros para sus hijos mucho antes de que estos tienen la madurez para el noviazgo.
Las mascotas y los animales de granja pueden proporcionar educación temprana sobre la procreación. Responde honradamente cualquier pregunta. Enséñales a los niños que Dios hizo a los animales de manera que tuvieran bebés de esta forma, y que estas cosas no son vergonzosas, sino que la procreación es sagrada. Por tanto, no hablemos del asunto en todo lugar ni con cualquier persona.
En el sobre aviso no hay engaño. Salva a tu hijo de la miseria y la vergüenza de no saber lo que le sucede a su cuerpo. Aunque es importantísimo proteger la inocencia de la niñez, es igual de importante proveer la información necesaria y verídica en el tiempo oportuno respecto de los cambios de la vida. No es necesario proporcionarle una exposición completa de la intimidad matrimonial y la procreación a un niño de once años. Pero a esa edad, es mejor que él esté avisado de lo que sucede o está por suceder con su cuerpo. Hay que explicarle lo que debe y no debe hacer al respecto. Es hora de inculcar valores morales definitivos. Háblales de los nuevos y extraños sentimientos que tendrán respecto de sí mismos y los del sexo opuesto. Estos instintos los da Dios y son buenos; sin embargo, son necesarios algunos años de autodisciplina para desarrollarlos y que sean lo que Dios quiso que disfrutáramos. Es necesario que haya desarrollo emocional, moral y espiritual de la mente y la conciencia que corresponda con el desarrollo físico del cuerpo. La adolescencia puede ser rica en tal crecimiento si los padres están atentos y proveen el apoyo moral y la enseñanza que sus hijos necesitan.
Hay varios puntos que debemos asegurarnos de enseñarle a cada hijo varón individualmente en una sesión privada mientras se acerca a la pubertad:
La pubertad es la etapa en que llega a ser necesario que las muchachas usen vestidos modestos de dos piezas. Madres, enséñenles el porqué. Muéstrenles las varias enseñanzas bíblicas sobre la modestia y definan la modestia para que entiendan. Muéstrenles cómo los varios aspectos del vestuario de dos piezas contribuyen a la modestia: su ajuste holgado general, su longitud, la solapa, su tela no transparente y con volumen (es decir, la tela no cuelga ni se apega al cuerpo, sino que cubre, sin importar si estás de pie, sentada, etc.) y su falta de ornamentación.
También enséñenles la conducta que concuerda con tal vestuario modesto: “Pudor y modestia” (1 Timoteo 2:9)1 y el “espíritu afable y apacible” (1 Pedro 3:4). Deben saber que el descaro y el coqueteo, además del vestuario deshonesto, hace que la mujer también sea responsable por el adulterio del hombre que “mira a una mujer para codiciarla” (Mateo 5:28).
La sexualidad de la mujer también es de Dios, llena del deseo de ser bella y encantadora y amada. Otra vez, esto no es pecaminoso, pero puede utilizarse de manera egoísta.
La autogratificación sexual es poco común entre las muchachas, pero las madres deben estar al tanto de la posibilidad. Las niñas pueden aprender del asunto a través de la lectura, las amistades u otras fuentes. Dichosamente las muchachas también pueden vencer este vicio más fácilmente que los varones. Enséñenles quién no debe tocarlas nunca, lo que no es apropiado en aquellos que pueden tocarlas y cuáles miembros del cuerpo ellas mismas deben “vesti[r] más dignamente” (1 Corintios 12:23).
Al enseñarles a los niños a protegerse los ojos físicamente, no introducirse objetos punzocortantes en los oídos, etc., se puede incluir la enseñanza respecto de tratar con sus miembros más privados y sus implicaciones morales.
Nutre una relación con tus jóvenes que los haga acudir a ti en busca de respuestas. Sin embargo, toma la iniciativa para hablarles cuando no se acerquen a ti. Si hallas complicado tomar la iniciativa con tus hijos, ¿cómo crees que se sienten ellos al traerte sus dudas? Por lo tanto, nutre la confianza. Preocúpate, pero no te sorprendas si descubres que han aprendido ciertas cosas de fuentes dudosas. Corrige la información que han recibido según sea necesario.
Mantén claros tus propios conceptos. Dios nos hizo de una manera que exige que toda información sexual se proporcione en el contexto de valores morales. En cada etapa del desarrollo de tus hijos, enséñales lo que es bueno y lo que es malo respecto de sus pensamientos y conducta en estos asuntos, y en sus actitudes y conducta hacia otros, especialmente los muchachos hacia las muchachas y viceversa.
No se puede absorber en una sesión todo lo que es necesario enseñar. Enseñar demasiado material en una sesión, proveer información equivocada o exponer verdades antes de tiempo puede ser dañino. Dile a tu hijo lo que necesita saber cuando debe saberlo. Cuando hay confianza y franqueza entre padres e hijos y madres e hijas, sus preguntas pueden ser un indicador de dónde están en su necesidad de saber información. Además, también pueden proporcionar un indicio de lo que han aprendido fuera de tu influencia. Con todo, el clima debe ser tal que prefieren dialogar asuntos delicados contigo que con cualquier otro.
Los chistes sobre las relaciones entre varones y mujeres probablemente hacen más daño en la época de la pubertad y, cuando proceden de los padres, trata livianamente la relación entre padre e hijo.
La relación que deseamos tener con nuestros hijos adolescentes es seria y a la vez relajada. La confianza debe marcar nuestra relación y acompañar nuestra buena educación y disciplina. Debemos darles confianza a los adolescentes, y luego a los jóvenes que se la han ganado. Ellos deben poder cuidar de sus hermanos menores mientras nosotros vamos al pueblo durante varias horas. No significa que tengamos una confianza ingenua, sino una confianza ganada. Una vez que han llegado a ser adultos jóvenes, debemos poder confiarles a sus hermanos menores mientras salimos de viaje. Los adultos en quienes confiamos deben visitarlos de vez en cuando para ver cómo les va mientras estamos lejos, pero no es justo desconfiar de los hijos que se han ganado nuestra confianza. Más bien, es más provocativo que beneficioso.
Con inocencia perdida, nos referimos a los jóvenes víctimas de abuso sexual, aquellos que han observado conducta sexual en otros y los que, por medio de la pornografía o amigos, adultos o maestros pervertidos, han aprendido más de lo que es bueno que sepan a su temprana edad.
Nuestra enseñanza correctiva debe corresponder con lo que saben. Su inocencia perdida es trágica. Los mantenemos inocentes porque los niños no están capacitados para lidiar con información sexual. Los adolescentes tampoco deben saber todo lo que saben los adultos. Sin embargo, el conocimiento sin sabiduría les causará más daño que la sabiduría para adultos. Peor aún es el conocimiento perverso o las experiencias no corregidas.
Lo peor de todo es permitir que los que han sufrido abuso sexual permanezcan desolados en la casa de Absalón (2 Samuel 13:20). Hay sanidad para los quebrantados de corazón. Asegúrate de que se confiese todo pecado, se exprese todo temor, se enseñe la verdad y se aplique el bálsamo de arrepentimiento y restauración.
El bálsamo de restauración en gran parte es reformación. Lo que aprendieron o experimentaron de manera incorrecta los deformó y malinformó emocional, social y espiritualmente. Para reconstruir la sexualidad sana, preferiblemente uno de sus padres les debe enseñar conceptos sanos de lo que Dios diseñó como una relación amorosa y saludable. Si los padres no se interesan en las cosas de Dios, debe haber algún hermano maduro que pueda tomar su lugar.
Las diferencias físicas que Dios creó entre los sexos y las intimidades matrimoniales no son malas. Sin embargo, son sagradas. La santidad de Dios exige no solamente que limitemos las intimidades físicas al matrimonio, sino que también mantengamos una alta norma de privacidad. La atención que Dios le da al vestuario modesto en las Escrituras nos debe mostrar que él se preocupa por la modestia en todo ámbito. En un sentido mucho más amplio que el vestuario, la modestia se cumple por la discreción en lo que hablamos y cómo lo decimos, los tabúes que observamos, la manera en que organizamos nuestro hogar para la privacidad, cómo nos conducimos con los demás e incluso cómo pensamos de los asuntos privados.
Cuando los hijos de Noé caminaron hacia atrás para cubrir la desnudez de su padre, demostraron principios de privacidad aprobados por Dios. Cam aparentemente fue juzgado por burlarse de la escena.
La privacidad se suple por medios que varían de una cultura a otra. Sin importar la cultura, debe haber una mezcla adecuada de tabú y discreción física. Los padres pudientes pueden suplirle a cada joven un dormitorio privado. Pero esto es de poco provecho si no hay ningún cuidado referente al vestuario entre el cuarto y el baño, quién debe entrar en cuál dormitorio en pijama para conversar, etc.
Por otro lado, es posible que los padres en las sociedades más pobres no puedan proveer tanta privacidad entre los cuartos, pero sí pueden tomar otros cuidados. Ropa modesta para dormir, que no haya juegos después de apagadas las luces, castigo severo por mirar cosas indebidas, etc. Esto puede compensar por la falta de privacidad en la casa.
En cualquier situación, los padres que temen a Dios y son buenos ejemplos pueden, a través de enseñanza y disciplina, crear un ambiente en el que se fortalece la moralidad y se aborrecen las violaciones de privacidad.
En esta etapa de la vida, los juegos de contacto entre hombres y mujeres son inaceptables por razones obvias. En la adolescencia, se debe jugar menos y trabajar, aprender y testificar más juntos. No todos los juegos son inaceptables, especialmente los que tienen valor educativo o que enseñan habilidades.
Las actividades aceptables para la juventud pueden fomentar valores correctos, o impedirlos, dependiendo de cómo se dirigen y se supervisan. Lo importante es que nutramos una relación con nuestra juventud donde ellos le den la bienvenida a nuestra supervisión. Debemos cultivar una relación y luego utilizarla de manera beneficiosa.
La supervisión de un adulto provee gran protección cuando vayan a nadar o tengan una fiesta de pijamas. Estas actividades no deben suceder en compañía mixta, obviamente. Sin embargo, pueden ser sanas cuando estas actividades son privadas, poco frecuentes y supervisadas. Algún adulto fiel debe saber y controlar lo que sucede.
Los trajes de baño deben ser más modestos que los que están de venta. Hay que usar vestuario modesto en las fiestas de pijamas. Es beneficioso pasar un tiempo compartiendo asuntos de naturaleza espiritual en estas situaciones menos formales, pero se debe vestir adecuadamente.
Los padres deben jugar un papel principal en el desarrollo de sus hijos mientras pasan la adolescencia y la juventud. Pueden llevarlos al Señor. Deben mantener su confianza. Pregúntale a tu hijo cada cierto tiempo cómo le va en su relación con el Señor o en una relación con alguna persona en particular o tentación privada. Procura no sorprenderte ni enojarte por sus fracasos, sino más bien muestra tristeza, compasión y redención. Continúa proporcionando la información necesaria con los valores apropiados sobre los asuntos morales.
Enséñales a los jóvenes que los hombres lidian con la antigua naturaleza en sus pensamientos. Que quede claro que las hermanas llevan una responsabilidad por las tentaciones que ponen delante de los hombres, no solamente por cómo se visten, sino también por su conducta cuando están con ellos y por sus perfumes. Las mujeres correctamente adornadas de conducta casta y respetuosa ayudan a los hombres a admirar rasgos correctos y nobles, en lugar de ser tentados.
La asociación supervisada de jóvenes de ambos sexos es sana y necesaria para el desarrollo normal, y para aprender a respetar los límites y las diferencias. La intimidad excesiva es un mal, pero no el único. No se debe apoyar ni tolerar actitudes feministas ni machistas. Más bien, debemos siempre asegurarnos de que nuestros jóvenes tengan amigos de carácter noble.
Cuando los hijos varones alcanzan la adolescencia, los padres deben dialogar con ellos sobre los lugares específicos que deben evitar, vallas publicitarias que deben ignorar, situaciones de tentación y las características de las personas tentadoras. Los padres deben compartir discretamente sus propias tentaciones con sus hijos y pedir su consejo en señalar cosas, lugares, situaciones y personas que deben evitar. Establece una relación que te hace la persona que más naturalmente buscarían para recibir ayuda en un dilema moral o al confesar un fracaso.
El noviazgo es para los que han alcanzado la madurez. Los padres deben poder ver que sus jóvenes tienen control de sus emociones y están equipados con convicciones, en particular respecto de los límites de su relación con su novio. Nuestra juventud debe entender que esperamos que no haya ningún contacto físico afectuoso entre las parejas de novios y que esto incluye el tiempo de compromiso. El noviazgo es un tiempo de aprender a conocerse el uno al otro en el nivel emocional, social y espiritual. Nuestro enfoque principal debe ser conocer el carácter el uno del otro. Las intimidades físicas interrumpen el juicio sensato. Debemos entender, y ayudar a nuestros hijos a entender, el daño mental, moral y espiritual que atraen sobre sí mismo cuando violan los principios de pureza, y el gozo y la realización que pueden tener al llevar una vida moralmente pura.
Podemos proponer y proveer actividades apropiadas para los novios, y esto debe incluir pasar el tiempo con sus familias. Sin embargo, si han practicado normas puras de noviazgo y tienen altos valores y convicciones, debemos poder darles la confianza de permitirles estar solos de vez en cuando.
Cuando nuestros hijos planean casarse, debemos proporcionar el consejo que necesitan respecto de las intimidades de la vida matrimonial. Esta responsabilidad es de los padres, no de la iglesia. Los padres hablan con sus hijos y las madres con sus hijas. Si hemos protegido su inocencia durante la niñez y racionamos la información necesaria durante su pubertad y juventud, estamos en la mejor condición para ayudarles en este punto también. No podemos suponer con seguridad que ellos pueden lograr el éxito sin nuestra ayuda. Ellos pueden buscar ayuda de fuentes equivocadas. Hay algunos libros que podemos recomendarles que lean, pero en general debemos hablarles de lo que contribuye a los ajustes exitosos en el matrimonio.
Adjunto unas cuantas cosas que los padres les pueden enseñar a sus hijos y las madres a sus hijas:
El hogar que forma tu hijo con su cónyuge es una nueva unidad. Al ser fiel en los puntos anteriores, has hecho el mayor bien para asegurar que serán benditos y que su comunidad será bendecida con un pilar más de fuerza moral y espiritual: otro hogar cristiano.
Ahora es el momento de permitirles hacer las cosas a su manera. Aconséjalos según te lo pidan. Si ellos están por violar algún principio bíblico, no temas apelar y protestar. Pero ahora es su día de oportunidad, y Dios espera que hagan su contribución única a la sociedad y a la iglesia, no una réplica de tu hogar.
~Dallas Witmer