Cuando los padres envejecen, continúan ocupando un lugar vital en la vida de la familia. Incluso si se vuelven dependientes o difíciles de entender, el Señor los tiene con nosotros por un propósito, y tiene también una bendición para el que honra a su padre y su madre.
Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová. (Levítico 19:32)1
Honra a tu padre y a tu madre. (Efesios 6:2)
Cuando los padres envejecen, continúan ocupando un lugar vital en la vida de la familia. Incluso si se vuelven dependientes o difíciles de entender, el Señor los tiene con nosotros por un propósito, y tiene también una bendición para el que honra a su padre y su madre.
Nuestro Señor reprendió duramente a los fariseos que idearon maneras para evitar la honra debida a los padres según la ley de Dios. “Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a éstas” (Marcos 7:11–13).
Jesús obviamente tenía en mente las provisiones materiales cuando censuró a los fariseos respecto del Corbán, aunque también podemos incluir la atención física y otras ayudas necesarias.
El versículo de Levítico en cuanto a “levantarse” delante de las canas y “honrar el rostro del anciano” nos ayuda a entender cuánto debemos honrar a todos los ancianos, no solamente a nuestros padres y abuelos.
Se da por sentado que las provisiones materiales son una parte de la crianza de los hijos. Por ejemplo, en las sociedades occidentales, el hombre que se niega a mantener a sus hijos acaba en problemas con la ley. Ahora, ¿qué sucedería si las mismas leyes se aplicaran a los que descuidan a sus padres? Los cristianos, por su parte, deben comprender con claridad que tienen la responsabilidad de mantener a sus padres de manera similar a la responsabilidad que tienen con sus hijos. Notemos algunas consideraciones con respecto al cuidado de los ancianos:
Aceptar esto como responsabilidad colectiva de todos los descendientes reduce la carga de cada familia. Parte de la bendición que Dios tiene planeada es la manera en que estos deberes unen a la familia. Cuando algunos de los descendientes no quieren llevar su parte justa de la carga por causa de infidelidad o ideas socialistas, la carga llega a ser mayor, pero no insuperable para los que quedan.
En situaciones donde los miembros ancianos de la iglesia no tienen ningún hijo fiel o responsable, la iglesia debe encargarse (1 Timoteo 5). La iglesia debe cuidar por todos sus ancianos. En casos de que una viuda tiene hijos y nietos (v. 16), estos deben aceptar la carga material, para que la iglesia pueda dar sus recursos a aquellos que no tienen descendientes creyentes.
Los altos costos de los servicios médicos modernos plantean muchas preguntas y dilemas. ¿Cuán extensivas deben ser las cirugías y cuánto debemos gastar en los medicamentos que ofrecemos a nuestros padres para preservarles la vida por unos cuantos meses o años? Es bueno que consideremos seriamente lo que podríamos esperar de nuestros hijos cuando estemos en esa etapa de la vida y “las cosas que [queremos] que [nuestros hijos] hagan con [nosotros], así también [hagamos con nuestros padres]”. Muchos padres cristianos criados en una época diferente no disponían de muchas de las maravillas de la costosa medicina moderna. Como esperan sus nuevos cuerpos en la resurrección, son razonables en lo que esperan de sus hijos. Aún así, hay situaciones en que el Señor prueba severamente los recursos financieros de la familia y la iglesia, incluso cuando se hace solamente lo que es razonable para la salud y el bienestar de los ancianos.
Los padres ancianos desean vivir en su casa siempre que sea posible. Pero necesitan que otro haga los trabajos pesados, repare averías, corte la grama, etc. Ver nietos dispuestos y energéticos prestos para ayudarles alivia el aburrimiento de su inactividad creciente. Cuando los hijos de edad media llegan a hacer reparaciones o las hijas se reúnen para limpiar la casa, ayuda a unir las generaciones.
Cuando se establece en nuestra mente que no hay ningún lugar para el Corbán, podemos volvernos ingeniosos e incluso inventivos para pensar en maneras de ayudar mejor (honrar) a nuestros padres. Hallas esto en todo, desde el diseño físico de una casa adjunta, autos modificados para trasladar padres discapacitados, hasta horarios establecidos para proveer comidas, viajes al pueblo y cosas semejantes.
El hijo que honra a sus padres ancianos muestra tolerancia hacia sus rasgos peculiares y compasión por sus mentes cada vez más débiles.
Si bien, nuestros hijos a cargo eran flexibles y nosotros éramos responsables de educarlos, los padres a cargo ya tienen sus juegos de convicciones, predisposiciones, preferencias y quizás algunos prejuicios. No hay mucho que podemos hacer para volver a entrenarlos, ni somos responsables de hacerlo. Siempre y cuando retienen control de sus capacidades mentales, podemos “[exhortarlos como a padres]” (1 Timoteo 5:1). Pero más que eso, haremos todo lo que está a nuestro alcance para minimizer potenciales asperezas, malentendidos y ofensas.
Considerando que los jóvenes por naturaleza miran hacia el futuro, los ancianos por lo general miran hacia el pasado. Acomoda tu horario de modo que puedas pasar horas con ellos, extrayendo una historia que tú no experimentaste personalmente y perspectivas sobre la vida que puedan contribuir a tu sabiduría y entendimiento.
Cuarenta y dos niños una vez perdieron la vida por burlarse de la cabeza calva de un hombre piadoso. Desde la caída del hombre, el proceso de envejecimiento ha arrugado, debilitado y dañado nuestro cuerpo y mente en maneras que a veces parecen graciosas a los más jóvenes. Entonces, puede ser por muchas razones que el Señor ha enfatizado nuestros deberes de honrar a los ancianos, especialmente a aquellos que en su vida fueron fieles en servir al Señor y transmitir la fe a nuestra generación (1 Timoteo 5:17). Además, puede haber muchas razones por qué él preservó en las Escrituras los relatos de juicio sobre aquellos que no rindieron honra, como los cuarenta y dos niños, el hijo pródigo, los hijos de Elí, entre otros.
Verdaderamente levantarnos delante de las canas o doblar la rodilla ante ellos como aún lo hacen muchos niños en culturas tradicionales, ayuda a preservar actitudes dignas de la ética cristiana. En lugares donde se les enseña a los niños a levantarse o arrodillarse delante de los ancianos, los pequeños no tiran las puertas en el rostro de sus abuelos ni chocan con ellos para solo gritar “ay”. Tampoco los niños de padres cristianos que se han preocupado por educar correctamente a sus hijos se comportarán así, aun en nuestra cultura maleducada y acelerada.
Envejecer con dignidad es más fácil para aquellos que han tratado con dignidad a los ancianos. Proveamos bien para nuestros padres a cargo o a medio cargo. Apreciemos su contribución a nuestra vida, hogar e iglesia mientras estén aquí. Nuestros hijos bien educados notarán nuestra honra y nos recompensarán con lo mismo. Esto es un mayor seguro social que cualquiera que podemos pagar al gobierno ni recibir en el correo.
El envejecimiento y la muerte entraron al mundo como maldición. No es ni agradable para los que lo experimentan ni para los que cuidan de estos. No sabemos cómo nos sobrevendrá. Si el Señor tarda en venir, algún día es posible que nosotros lleguemos a ser una mayor carga sobre nuestros hijos que la que nuestros padres fueron para nosotros. O es posible que nos muramos de repente después de una jubilación activa y productiva. Nuestra oración es que se haga la voluntad de Dios y aceptemos lo que viene de su mano. Si hemos aceptado las idiosincrasias de nuestros padres con dignidad y aceptado de buena gana cualquier inconveniencia resultante de su cuido; si les enseñamos a nuestros hijos a respetarlos y disfrutar de ellos, y si dialogamos con ellos la historia y la sabiduría de sus abuelos, hemos preparado un ambiente favorable en que nosotros mismos podemos envejecer y morir con dignidad.
Desde la cruz Jesús proveyó para las necesidades de su madre (Juan 19:26). Nosotros, los que hemos tomado la cruz, seamos como él. Entonces nuestros hijos, que han tomado su cruz, proveerán para nosotros y nos darán descanso. Ciertamente, darán alegría a nuestra alma (Proverbios 29:17).
~Dallas Witmer
1. El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usado con permiso.