La adopción y el hogar cristiano

Hoy día hay mucha necesidad de adopciones. Hay tantos niños en el mundo que no tienen hogar. El corazón de cada padre cristiano debe sentir compasión por ellos, como Dios se compadece de las almas perdidas que él desea adoptar.

La adopción y el hogar cristiano

En el principio Dios estableció la familia. Creó a Adán y Eva y les dio la responsabilidad de multiplicarse y llenar la tierra (Génesis 1:27-28).1 Así se formó la unidad familiar compuesta de padre, madre e hijos. El pecado introdujo grandes cambios en la creación perfecta de Dios. En la actualidad, la familia no siempre es la familia completa como Dios la creó. A menudo la muerte rompe la unidad familiar. Hay padres que por varias razones no pueden criar a sus hijos. En otros casos, los padres los rechazan. Cualquiera que sea el motivo, en este mundo dañado por el pecado existen niños sin hogar.

Si bien el pecado introdujo mucho sufrimiento y necesidad en el mundo, Dios siempre ofrece una solución para redimir la situación, incluyendo las necesidades de los niños indefensos. En primer lugar, él mismo promete ser padre y defensor de los huérfanos (Salmo 68:5, 146:9). En segundo lugar, Dios encarga a su pueblo de proveer para ellos y defenderlos (Deuteronomio 26:12-13, Santiago 1:27). También nos da el ejemplo de la adopción espiritual que ofrece a toda persona (Gálatas 4:4-7).

Hoy día hay mucha necesidad de adopciones. Hay tantos niños en el mundo que no tienen hogar. El corazón de cada padre cristiano debe sentir compasión por ellos, como Dios se compadece de las almas perdidas que él desea adoptar.

Entre los animales no existe la adopción. Si se muere un pájaro, los polluelos se mueren de hambre. Hasta los animales domésticos matan a una cría extraña que intenta unirse con las suyas. Pero dentro del corazón del ser humano, Dios ha puesto instintos más nobles. Creados a la imagen de Dios, nos compadecemos de los huérfanos y muchos padres son movidos a adoptarlos.

Desde la caída del hombre y la entrada subsecuente de la muerte en el mundo, Dios proveyó dos métodos para traer a los hijos al hogar: el nacimiento y la adopción. El uno es tan legítimo como el otro, como muestran los ejemplos bíblicos de la adopción. La Biblia usa la palabra adopción para mostrar que somos aceptos en la familia de Dios. No cabe duda de que Dios acepta la adopción y a veces llama a los padres a adoptar.

¿Quiénes deben adoptar?

Si quieres adoptar, debes estar tan convencido de que es Dios quien trae este niño a tu hogar como lo estarías si fuera tu hijo biológico. Este sentir de la dirección de Dios puede mostrarse en varias formas y tomar en cuenta varios factores, pero en general, es similar a la manera en que descubrimos la voluntad de Dios en otros asuntos de la vida. Debes evaluar tus emociones de forma realista: ¿es un amor y compasión de parte de Dios o es un antojo o fantasía? ¿Podrás proporcionar el amor, la crianza y el apoyo que este niño necesita? Debes consultar con otros que te conocen bien para escuchar si creen que puedes o debes adoptarlo. En casos en que haya hijos mayores en el hogar, podrías consultar con ellos más en un caso de adopción que en el caso de procrear otro hermano biológico.

Aunque la mayoría de los matrimonios son llamados a criar una familia, hay algunos que no pueden tener hijos. Son llamados a una vida de servicio sin hijos o a la adopción. La pareja que no tiene hijos también debe pedirles consejo a sus hermanos de la iglesia antes de adoptar.

Si quieres adoptar, debes limitarte a las necesidades verdaderas. Puedes conmoverte al ver la pobreza de niños privados de muchas oportunidades materiales y académicas que gozan otros niños. Pero no todo niño pobre se debe adoptar. Siempre debes animar a los padres biológicos a proveer para sus hijos y hasta apoyar económicamente a las familias con necesidades antes de ofrecer adoptar a sus hijos. En algunos países, los padres están más que dispuestos a entregar a sus hijos en adopción. Y aún peor, existe el mercado clandestino de adopción de niños en el que la pareja cristiana nunca debe implicarse.

Los hijos adoptados son escogidos

Por lo general, no enfrentamos una obligación moral de adoptar a un niño como la de amar y mantener a los niños que engendramos. Por tanto, tenemos el privilegio y responsabilidad de buscar consejo y escoger al hijo que vas a recibir en tu hogar. Dios utilizó esta verdad para manifestar su decisión y predestinación al recibirnos, los pecadores redimidos, en su familia en Cristo. “Nos escogió en él (…) habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos” (Efesios 1:4–5).

Ejemplos bíblicos

En cada ejemplo bíblico de la adopción, encuentras que el hijo adoptivo llegó a ser una persona de carácter excelente a quien Dios pudo usar en su servicio. Moisés llegó a ser el hijo adoptivo de la hija de Faraón como resultado de los esfuerzos de sus padres piadosos de salvarle la vida. No sabemos qué edad tenía cuando sus padres se lo entregaron a la princesa egipcia para que lo cuidara, pero es evidente que tenía edad suficiente como para entender su identidad como israelita y absorber la enseñanza de sus padres. Según parece, fue un hijo ejemplar en el palacio real hasta que, cuando ya fue adulto, “rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón” (Hebreos 11:24). Dios puso en su corazón visitar a los israelitas: su propio pueblo por fe y por nacimiento, y luego aceptar el llamado de Dios al liderazgo.

Jacob realizó una adopción honoraria en su vejez. Bendijo y abrazó a sus nietos mestizos, Efraín y Manasés, después de decirle lo siguiente a su hijo José: “Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos” (Génesis 48:5).

Ana dio a luz a Samuel como resultado de su promesa de devolvérselo al Señor por el resto de su vida. Para ella y su esposo esto significaba llevar al joven Samuel a Silo y dejarlo allí para que lo criara Elí y, con el tiempo, sirviera como profeta y sacerdote de Dios. Ellos le llevaban una túnica cada año y sin duda siguieron su carrera con interés. Después de la muerte de Elí, Samuel volvió a Ramá, quizás para cuidar de sus padres ancianos.

Mardoqueo, el primo de Ester, la tomó como su propia hija cuando ella quedó huérfana. Ella fue una hija obediente (2:20) quien pudo salvar a toda su gente de la destrucción a causa de esa relación de sumisión con su padre adoptivo.

Lecciones de las adopciones en la Biblia

La señal de la verdadera filiación no es el nacimiento natural, sino la obediencia (Ester).

Los hijos adoptados son amados y considerados como iguales a los hijos naturales. “Como Rubén y Simeón, serán míos”.

La adopción de hijos de otro trasfondo étnico es honorable (Efraín y Manasés).

Los padres piadosos honran la adopción como un acto que sobrepasa los derechos de nacimiento y los lazos emocionales. (Tanto los padres de Moisés como los de Samuel pudieran haber sentido lo contrario).

Sin embargo, siendo hombres, consideramos que la lealtad a Dios y a su pueblo es más importante que las lealtades familiares, sean adoptivas o no (Moisés).

La adopción no exime a la persona de responsabilidades conocidas en su familia natural (El regreso de Samuel a Ramá).

Estreses de la adopción

Cada relación tiene sus estreses y en cada una son únicas.

Los hijos adoptivos tienden a creer que sus problemas son resultado de su adopción. Su razonamiento puede ser: “Ya que soy adoptado y tengo este problema, seguramente tengo este problema porque soy adoptado”.

Los padres pueden anticipar este estrés al enfatizar temprano en la relación que la adopción es una forma igualmente legítima de integrarse a la familia que el nacimiento. Y que, aunque no hay hijos iguales en todas las formas, nadie es menos igual por la manera que llegó a formar parte de la familia.

La genética permanece distinta. Esto puede ser igualmente un punto positivo y un estrés, como notaremos más adelante. Es una relación poco profunda la que se interesa más por la apariencia que por el carácter o que considera que el temperamento es un estorbo para la educación. Verdaderamente, la apariencia y el temperamento son diferencias genéticas reales. Son diferencias que no se habrían introducido en tu familia si no hubieras escogido adoptar. Por lo tanto, los padres adoptivos deben ser los que pueden peinar a un niño cuya cabeza es redonda y amarlo igual que sus hijos con cabeza ovalada. Por causa de los nuevos temperamentos que introdujeron en su familia, deben saber lidiar con lo que por un lado les puede parecer hiperactividad o, por otro, letargo.

Los padres adoptivos deben poder adaptarse e improvisar. Cuando adoptas, las “saetas en mano del valiente” no todas son del mismo calibre. El cazador verdaderamente valiente considera que la variedad entre las saetas es una ventaja y sabe cómo enviar cada una a su diana.

Otros estreses pueden ser tan variados como los niños mismos y como las circunstancias de su adopción. No hay forma de tratar con todos ellos en este escrito. Adoptar niños que tienen edad para resentir o incluso resistir la adopción puede presentar desafíos especiales. Adoptar niños que conocen a familiares que viven cerca puede presentar otra serie de dificultades. Hay muchos niños con “necesidades especiales” disponibles para adopción, y estos exigen padres “especiales” que traten con ellos.

Bendiciones inesperadas

Las diferencias genéticas pueden ser una verdadera bendición. En un hogar donde ambos padres tienden a ser distraídos y han pasado esta debilidad a todos sus hijos biológicos, es posible que reciban la agradable sorpresa de que su hijo adoptivo es muy organizado y tranquilo, que recuerda seguir con cada trabajo después de que todos los demás se han distraído.

Según la ley de promedios, el hijo adoptivo puede ser más inteligente o, al menos, más capaz en algunas maneras que tus hijos de nacimiento. Agradécele al Señor por esta ventaja. Elogia y anima su capacidad y desarrollo.

Por otro lado, si el hijo adoptivo es menos dotado o tiene características que tienden a irritar, trabaja con la discapacidad y no culpes la adopción. Evita las comparaciones que hieren a tus hijos, sean adoptivos o naturales. Y recuerda que el Señor permite cada diferencia y dificultad con la intención de bendecir (1 Corintios 4:7).

La mezcla de distintos temperamentos en la adopción puede ser más como un matrimonio que como dar a luz. La pareja que se ama el uno al otro halla formas en que sus distintas personalidades y temperamentos pueden complementarse en lugar de causar fricción. Asimismo, los padres ingeniosos aprenderán a animar y disciplinar las características peculiares de cada niño para que cada una contribuya al bien del niño, a la gloria de Dios y a la armonía del hogar. No se debe permitir que contribuya al orgullo o a la fricción.

Comprende el amor

El amor es una decisión, y los sentimientos de amor son una emoción. El amor es un compromiso que no siempre es conveniente. Los padres adoptivos pueden sentirse alarmados cuando comprenden que no siempre sienten lo mismo hacia un hijo adoptado que hacia uno de nacimiento. Sin embargo, al observar más de cerca, pueden comprender que el asunto no es que no amen al niño; solo es que ahora sienten las inconveniencias de su compromiso.

Los hijos biológicos ponen a prueba nuestro amor con la misma frecuencia que los hijos adoptivos, pero en maneras distintas. ¿Recuerdas cómo te sentiste cuando tu hijo natural recién nacido te mantuvo despierto toda la noche o cuando algún hijo de carácter fuerte rehusaba vencer sus actitudes día tras día? Sentimientos de resentimiento e impaciencia pudieran haber resaltado por un tiempo, los cuales en realidad se tratan de la inconveniencia, no del compromiso.

Con los hijos adoptivos, las pruebas de nuestro amor pueden ser distintas, pero no de forma substancial. Su llegada a nuestro hogar a una edad mayor puede parecer una invasión, y su interrupción de rutinas puede ser más difícil de aceptar. Esto nos puede afectar de manera distinta al lloro del recién nacido. Y, en nuestros momentos más débiles, las diferencias genéticas pueden poner a prueba nuestro amor.

En momentos difíciles, los padres adoptivos deben evaluar sus razones de adoptar y asegurarse de que están igualmente comprometidos con la adopción en el presente como en el pasado. Pronto comprenderán que quieren al niño con la misma intensidad que antes y no quisieran pensar en perderlo. Entonces deben reconocer que sí, todavía lo aman. Es posible que en este momento no se sientan como en aquel entonces, pero eso puede ser solamente porque ahora pueden evaluar su compromiso de forma más realista. Los sentimientos de amor serán más fuertes conforme se ajusten a las nuevas realidades de la vida. El amor no es toda una luna de miel. El amor crece con el tiempo y con experiencias compartidas, con tal que el compromiso se mantenga firme.

No es un secreto que en los sistemas públicos de protección social hay muchos hombres que abusan de sus hijas adoptivas, acogidas o hijastras. La huérfana adolescente es especialmente vulnerable. Al entrar en un nuevo hogar con un padre, después de no tener ninguno, ella ahora siente seguridad. Feliz es la hija que recibe un padre digno de esa confianza, con quien ella puede desarrollar una relación sana de padre e hija como la que tenían Mardoqueo y Ester. Los padres adoptivos deben saber que existe una posible tentación que no enfrentarían con sus hijas naturales. Tu nueva hija te necesita muchísimo. Sin embargo, traicionar la confianza y dependencia de la inocencia es ofender a una pequeña. Jesús dijo que sería mejor que tal ofensor fuera ahogado en las profundidades del mar (Mateo 18:6).

Mantén el ideal

Muchísimo bien se puede hacer por medio de la adopción. Al pensar en eso, el fracaso de algunos no es razón de desesperarnos. De hecho, los padres con hijos naturales han fracasado con la misma frecuencia que con los adoptados. La adopción es bíblica; incluso se idealiza en las Escrituras. Como en cualquier esfuerzo noble, la adopción presenta estreses específicos. Los padres solo deben abordar la adopción de la manera en que abordan el matrimonio y el tener hijos, con una fuerte medida de realismo y la seguridad de la dirección del Señor.

El amor es una decisión. Es muy posible comprometernos a amar a los hijos adoptivos como a los que nacen del matrimonio. Cuando nuestro amor es probado, es posible que necesitemos recordar que el Señor nos unió y que estamos comprometidos. Siempre y cuando permanezca esa seguridad, no es necesario que nos preocupemos por el vaivén de los sentimientos. Sin embargo, aun esos sentimientos se hacen más estables cuando compartimos las experiencias de la vida el uno con el otro.

La adopción trae bendiciones que se pueden disfrutar y estimar ahora. Cada hijo adoptivo, como cualquier otro hijo, hace su contribución única al hogar. Pero sin duda las recompensas de ser padres fieles serán aún mayores en el futuro. Entre más hijos tengamos, más nos regocijaremos al ver a cada uno escoger andar en la verdad, llegando a ser el hijo adoptivo de Dios, además del nuestro. Y, como con los hijos naturales, también podemos llevarnos al cielo a nuestros hijos adoptivos.

~Dallas Witmer

1. El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usado con permiso.

 

Details
Language
Español
Number of Pages
10
Author
Dallas Witmer
Publisher
Maná Digital
Topics

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