La adolescencia es una etapa de la vida muy importante en la cual la persona toma muchas decisiones que forman sus convicciones y su carácter. Durante esa etapa el joven pasa el proceso de maduración; cambia de un niño que depende intelectual y espiritualmente de sus padres a un adulto.
La adolescencia es una etapa de la vida muy importante en la cual la persona toma muchas decisiones que forman sus convicciones y su carácter. Durante esa etapa el joven pasa el proceso de maduración; cambia de un niño que depende intelectual y espiritualmente de sus padres a un adulto que lleva la responsabilidad por la vida que ha escogido.
Como padre, eres la persona que más impacto tienes en el desarrollo de tu hijo. Tu relación con tu hijo joven cambiará a medida que él madure, pero durante esta etapa crítica de la vida él necesita de tu apoyo y dirección. Tu responsabilidad como padre sigue incluso cuando tu hijo se case o abandone tu hogar. Tu relación seguirá cambiando hasta que te relaciones más como mentor y hermano en Cristo que en la capacidad de autoridad.
La Biblia nos da varios ejemplos de la relación entre padres e hijos. José y María, a pesar de ser padres imperfectos, criaron al joven perfecto. A ningún otro padre se le ha dado un hijo que no tenga la naturaleza pecaminosa. Sin embargo, el mismo Dios que ayudó a José y María a criar a Jesús es el mismo que te puede guiar en criar a tus jóvenes.
Jesús fue tentado al igual que todos los jóvenes, pero sin pecado. “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52).1 Dios puede tomar tus esfuerzos fieles, aunque sean débiles, y ayudarte a criar jóvenes que aprendan a imitar a Cristo desde temprana edad, aunque de manera imperfecta. Igual que Jesús, crecerán en su relación con su padre celestial, con sus padres terrenales y con toda la humanidad, aun en medio de las presiones del mundo.
La historia de Samuel nos da otro ejemplo de un joven que tuvo una relación e interacción digna de alabanza, tanto con sus padres biológicos como con Elí, su padre adoptivo.
La madre de Samuel lo había consagrado a Dios, y al entregárselo a Elí, dijo estas palabras que han resonado en el corazón de padres fieles a lo largo de los siglos: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová” (1 Samuel 1:27-28).
Que esta actitud nos guíe al relacionarnos con nuestros hijos: Este niño es dedicado a Dios todos los días de su vida. De hecho, tu hijo es de Dios y él te lo ha prestado y te ha confiado su crianza. La crianza de nuestros hijos es una mayordomía. Es necesario honrar el derecho de Dios sobre la vida de tu hijo y practicar sus métodos para criarlo. Tendrás que volver a Dios en busca de sabiduría y dirección una y otra vez. Cada enseñanza debe ser con el fin de prepararlo para una vida útil en el servicio de Dios.
La historia del joven Samuel sigue en 1 Samuel 3. Samuel llegó a la edad de ser responsable ante Dios y recibió su llamado en un tiempo en que la Palabra de Dios escaseaba. “No había visión con frecuencia”. Si bien tienes la Palabra de Dios al alcance hoy y la enseñas a tus hijos desde su infancia, cada joven llega al momento en que el Señor lo llama personalmente. Dios quiere relacionarse personalmente con cada persona y escoge el momento en el que le hablará al joven.
Podemos inferir dos cosas del llamado de Samuel. Primero, el Señor lo llamó con voz de Elí. También vemos que Samuel aún no conocía al Señor (3:7). ¿Qué aprendemos de esto?
Con el primer punto, entendemos que si los padres tienen una relación correcta con sus hijos antes de su conversión, ellos serán la voz de Dios para el niño durante su niñez. Luego llegará el momento en que tu hijo percibirá una voz de autoridad parecida a la de sus padres, pero que en realidad es de Dios. Es normal que tú, como Elí, tengas que ayudar a tu hijo a reconocer la voz de Dios cuando él lo llame. Es tu privilegio y responsabilidad como padre ayudarlo a responder a una autoridad superior a la tuya. A partir del momento en que Elí le dijo a Samuel que era Dios quien le hablaba, Samuel reconoció la voz de Dios, y ya no le era escasa.
La segunda observación es que hasta este momento Samuel no conocía al Señor. Por lo tanto, Elí los presentó el uno al otro. Le dijo que la próxima vez que escuchara la voz del Señor, respondiera: “Habla, Jehová, porque tu siervo oye”.
Elí no solo le presentó a un desconocido, sino también recomendó que se sometiera voluntariamente. Esto corresponde a someterse al señorío de Cristo Jesús en la época neotestamentaria. ¿Es este el mismo mensaje que tu hijo escucha de ti cuando llega a conocer la voz de Dios? ¿Le das el mismo consejo que dio Elí? “Sigue, obedece y adora al que te llama. Sé su siervo. Deja todo para hacer literal, completa e incansablemente lo que el Señor pide de ti”.
El hecho de que un joven se entregue a Cristo no significa que haya ganado su independencia o que ya no les deba nada a sus padres. Tras haber sido llamado por Dios, Samuel abrió las puertas de la casa del Señor como solía hacer para Elí. Es claro que ser siervo de Dios no lo liberó de su responsabilidad hacia Elí.
El Señor puso a prueba la obediencia de Samuel, al darle una tarea difícil. Elí insistió en que Samuel le dijera todo lo que Dios le había dicho. Fue un mensaje difícil, pero Samuel pasó la prueba y se lo contó. Luego las Escrituras nos cuentan que Samuel creció. Es decir, aunque Samuel se había entregado al servicio del Señor, todavía le faltaba madurar. Al rendir su vida de manera voluntaria e incondicional a Dios en obediencia total, “Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras” (3:19).
Elí había fallado en la crianza de sus hijos. Por tal razón, Dios escogió al joven Samuel para que reprendiera a su padre adoptivo. Con todo, en la mayoría de los casos, Dios llama a los jóvenes durante la etapa de vida cuando todavía necesitan que sus padres los corrijan y los guíen. Necesitan ver buenos ejemplos. Y el mejor lugar para recibir la ayuda que necesitan es el hogar, porque no existe mayor campo misionero en que los padres puedan invertir que en sus propios hijos (Gálatas 4:19).
Cualquiera de nosotros puede ser un buen padre. No requiere una capacidad intelectual extraordinaria ni es un don espiritual especial. La clave del éxito como buen padre se encuentra en la Palabra de Dios. Es en la Biblia que encontramos los conceptos que debemos absorber y los métodos que debemos emplear. Además, Dios te ha dado la iglesia para que te apoye en esta responsabilidad.
La edad entre la adolescencia y la juventud es un tiempo de transición. En la niñez, los hijos dependen mucho de sus padres, pero a partir de la adolescencia debes facilitar su transición a la independencia o, mejor dicho, a la interdependencia de la vida adulta.
La primera voz con que Dios les habló a los jóvenes fue la voz de sus padres, y crecerán mejor en lealtad a Cristo si continúan en sumisión humilde y respetuosa a ellos.
Por nuestra parte, debemos comenzar a darles oportunidades de ejercer su independencia legítimamente. Sí, legítimamente. No les vamos a permitir sencillamente lo que antes no permitíamos. La independencia legítima es el fruto de la madurez, no el medio para madurar. A veces el joven quiere saber cuándo puede tomar sus propias decisiones, y una buena respuesta es: “Voy a permitir que tomes tus propias decisiones a medida que aprendas a tomar decisiones con un juicio tan sano y seguro como cuando nosotros las tomábamos”.
Debes soltar las riendas lo suficiente para ver en qué rumbo se dirige el joven. Cuando escoge mal, debes ayudarlo a corregir su camino. Cuando escoge bien, debes ser rápido para elogiarlo. La falta de elogio por escoger bien en las decisiones difíciles sin duda es uno de los mayores obstáculos para el joven. Un ejemplo es lo decepcionante que le resulta tomar buenas decisiones cuando nadie, ni aun los padres, toma nota. Nuestro Padre celestial recompensa la fidelidad, ¿qué tal tú?
Mientras ayudamos a nuestros jóvenes en esta transición, debes recordar que otros hermanos fieles tienen perspectivas distintas a las tuyas. Al llegar a ser adultos, es posible que tus hijos también vayan a ver la vida desde otra perspectiva. Y tú, como padre, debes entender que tu éxito no se mide por el nivel en que tu hijo te imita, sino por su capacidad de tomar decisiones sabias. Si toma decisiones distintas a lo que harías tú, no significa que anda mal o que has fallado como padre. Más bien, demuestra que ya no mantienes control absoluto sobre él y te debe agradar que has criado a un hijo que es más que un robot.
Es tu deber como padre interesarte por las decisiones de tus hijos. Así podrás elogiar sus buenas decisiones y responder de manera apropiada cuando tomen decisiones equivocadas. Debes caminar a su lado y tomar nota de e interesarte por sus decisiones. Debes mostrar tu agrado hacia tu hijo por las buenas decisiones. A veces podrías decir, “Yo no había pensado en ese detalle” o “Hiciste aún mejor que yo”. Si lo tratas con tal sinceridad y humildad, será más fácil que acepte la corrección en su momento.
La manera en que reprendes a tu hijo joven impacta su formación. Analiza las siguientes frases: “Deberías haberle pedido consejo a alguien”. “¿Consideraste los principios bíblicos que te hubieran guiado de manera que habrías evitado el error?” “Deberías de haber orado por eso”. “Toma tu tiempo y piensa dos veces antes de tomar una decisión tan importante”. “Debes pedir perdón a fulano”. Con estas reprensiones, en vez de solo regañar y reforzar tu autoridad, ofreces sugerencias que le pueden ayudar a escoger mejor la próxima vez. Repasa la lista y piensa en otras frases parecidas que hubieran ayudado en confrontaciones recientes con tus hijos jóvenes.
No es correcto intimidar o denigrar a tu hijo. Nunca debes responder en frustración ni tratarlo de tonto o inútil. Elimina estas y otras palabras semejantes de tu vocabulario cuando hables con o de tus hijos, incluso en su ausencia. Dios no hizo a nadie feo, tonto, sin valor o que sea un caso perdido. Tus hijos fueron creados a la imagen de Dios; los términos denigrantes reflejan en contra de sus valores inherentes y en contra del Dios que los creó. Sus faltas reflejan tu imagen. En los momentos que te toque corregirlos, te ayudará recordar que tú también has fallado. Por la gracia de Dios, ellos tienen el potencial de igualar o hasta superarnos en su desarrollo.
Todo joven necesita hablar con sus padres. Por tanto, es obvio que los padres tienen que hablar con sus hijos. A veces se escuchan preguntas como estas: “¿Cómo haces para que tus hijos te hablen?”. “¿Por qué en unas familias los jóvenes se comunican con sus padres y en otras familias no?” Estas son muy buenas preguntas. La razón muchas veces tiene que ver con la manera en que los padres se comunican con sus hijos. Si mantienen abierta la comunicación en un ambiente seguro, invitan a sus hijos a compartir lo que hay en su corazón.
Si bien los padres llevan la mayor responsabilidad por mantener la comunicación abierta, el joven cristiano también debe sentir su responsabilidad de abrir su corazón a sus padres, aun si sus padres son reservados y menos comunicativos que sus amigos. Es decir, tanto los padres como los jóvenes son responsables de hacer todo lo posible por mantener una relación y comunicación abierta entre sí.
Abraham sufrió una de las experiencias más dolorosas de su vida cuando subía el monte Moriah con su hijo a quien Jehová le había mandado que sacrificara. El joven preguntó:
—He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?
—Hijo mío, Dios se proveerá de cordero para el holocausto.
Aprendemos varios principios de este relato. No hay nada que indique que Abraham fuera un padre que comunicaba fácilmente. Pero era probable que hablara a menudo con Isaac en cuanto al estado de sus bienes: las ovejas, los pastos, los camellos, los asnos, el tiempo atmosférico y otros asuntos económicos. Su relación era tal que Isaac sintió la libertad de indicar que su padre quizás había olvidado algo. También sabía lo que se necesitaba para ofrecer un sacrificio. Conocía la piedad de su padre y su temor de Jehová. Lo había absorbido al punto que estaba dispuesto a madrugar y hacer un viaje de tres días con el único propósito de ofrecer sacrificio a Jehová. ¿Es tu devoción a Dios y su obra tan evidente que tus hijos tienen confianza completa en tu integridad y en tu relación con Dios? ¿Sienten tus hijos la libertad de hacerte cualquier pregunta? ¿Saben sin duda que pueden acudir a ti con sus dudas o problemas?
Tus hijos saben cuán fácil es captar tu atención. Captan si realmente te interesas por sus problemas o si estás tan enfocado en los problemas de tu granja, tu negocio o incluso de la iglesia que no quieres que te molesten con sus necesidades. Los discípulos querían que los niños dejaran en paz a Jesús. Dijeron: “El Maestro está muy ocupado”. Pero Jesús dijo: “Dejad a los niños venir a mí”. Y tú, ¿sigues el ejemplo de Jesús?
Isaac veía un problema: ¿Dónde está el cordero? A Abraham le ha de haber dolido esa pregunta. El mismo Isaac, a quien pronto tendría que sacrificar, le hace la pregunta que resaltaba su tarea desagradable. Pero debido a su relación abierta, Abraham pudo contestar y enseñar la verdad a pesar del dolor.
Abraham llevó a Isaac en un viaje de tres días; Ana llevó a Samuel al tabernáculo. Ambos ofrecieron sus hijos a Dios. Lleva a tu joven contigo cuando hagas negocios, pero llévalo también a repartir literatura cristiana. Inspira en él un interés en testificar y ayudar en la obra de Dios. Recuerda: En cada día de su vida, tu hijo debe estar entregado al Señor. Si esta es tu actitud, probablemente será la de él.
El joven muchas veces actúa conforme a lo que él percibe que tú esperas y piensas de él. Si piensas que necesita jugar mucho, necesitará jugar mucho. Si piensas que es capaz de testificar y lo demuestras por la manera en que salen juntos a hacerlo, él mismo iniciará conversaciones profundas con sus vecinos tal como tú lo haces. Pero si siente que crees que es un joven incapaz, probablemente va a reflejar tus expectativas y cometer muchos errores.
Es necesario que crees un ambiente seguro en el cual tu hijo se sienta libre de hablar. ¿Qué debes hacer cuando tu hijo tiene problemas serios? No puedes evitar tu responsabilidad; sabes que tienes que hacer algo.
Muchas veces el joven que está luchando aparenta no necesitar ni querer tu ayuda. Toma esto como una indicación de que está al punto de desahogarse y contarte todo. Un padre una vez contó cómo él y su esposa intentaban ayudar a su hijo, pero no lograban el resultado deseado. Cuando decidieron retirarse, de repente el hijo rogó: “¡Papi, no te vayas ni me dejes solo!”. Por supuesto, ese padre con mucho gusto se quedó y el hijo se humilló y abrió su corazón.
Así que no te des por vencido. Acércate a tu hijo según sea necesario. Hazlo con benignidad y gentileza. Nunca dudes de que es tu derecho, responsabilidad y autoridad con tus jóvenes. Con el tiempo, tu hijo lo va a respetar y aun agradecer. Tiene buen resultado porque es el camino correcto. Claro, el joven tiene la capacidad de tomar sus propias decisiones y no se puede garantizar que todo saldrá como quisieras, pero la manera en que respondas a sus problemas afectará mucho la decisión que tome. Si quieres que se cumpla la voluntad del Señor, tienes que estar dispuesto a persistir en poner de tu parte.
Prepara bien lo que quieres compartir con tus jóvenes. Toma el tiempo necesario, así como harías para compartir un tema en la iglesia. Algunos temas importantes son difíciles de dialogar. Prepárate bien y analiza cómo y con qué palabras debes hablar para que te entiendan bien y sin malentendidos.
El libro de Proverbios presenta muchos consejos útiles para los jóvenes. Es maravilloso que el hombre más sabio del mundo (aparte de Cristo) haya aplicado tanta de su sabiduría a este tema: nuestra relación con los jóvenes. En Proverbios encontrarás consejos y recursos útiles para guiar a tus hijos jóvenes en muchos aspectos de la vida. Proverbios contiene mucho que puedes aprender y enseñar acerca de las tentaciones de la inmoralidad.
También puedes enseñarle a tu hijo qué clase de personas e influencias evitar. Por ejemplo, adviértele que el joven debe cuidarse de las jóvenes descaradas, frívolas y coquetas. Por el contrario, debe ser atraído a las que tienen el ornato de un espíritu afable y apacible. El joven cristiano no apoya a las chicas poco serias o coquetas en su inmadurez. Más bien, valora y aprecia a la mujer virtuosa.
Proverbios también habla mucho de los negocios; enseña de la honradez, la economía y el trabajo arduo. El joven tiene mucha energía y aspiraciones; su mente es activa y su cuerpo requiere ejercicio. Debes mantenerlo ocupado en actividades que lo iluminan, educan y maduran. No toda actividad provechosa es trabajo; también hay lugar para los juegos, pero todo debe ser provechoso.
En el Nuevo Testamento hallamos el ejemplo de la relación entre Pablo y Timoteo del cual podemos aprender mucho en cuanto a relacionarnos con nuestros jóvenes. Timoteo no era hijo biológico de Pablo, pero Pablo lo llamaba hijo (2 Timoteo 2). Era su hijo porque Pablo lo había criado y alimentado espiritualmente. Muchos de los consejos y directrices que Pablo le dio a Timoteo son relevantes a la relación con tus hijos jóvenes hoy día.
Pablo anima a Timoteo a esforzarse “en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:1). El joven es fuerte. No necesita que te disculpes por sus debilidades ni que las encubras. Puedes esperar que cumpla con una norma alta. Debes hacerlo. Está joven y en la flor de la vida. Si desea aprender los principios bíblicos y defender lo que es correcto, debe tomarlo en serio desde el principio. No deseamos intimidarlo, ni es de sorprendernos si falla en algún momento, pero nunca debes permitir que ponga pretextos cuando ha fallado. Te aconsejo que digas con los apóstoles Juan y Pablo: “Esfuérzate, joven”.
Cuando tu hijo caiga, ayúdalo a volver a levantarse. Le podrías decir: “Es cierto. No pudiste resistir la tentación. La carne es débil, pero no por eso te vamos a disculpar, porque Dios ofrece su gracia y fuerzas mayores que las tuyas. Eres cristiano (o si no, podrías serlo). Por tanto, espero de ti el nivel de comportamiento que te pide la Palabra de Dios. Puedes demostrar la gracia de Cristo Jesús ante nosotros tus padres y ante el mundo que te observa. Vas a llevar una vida trasparente como la de Cristo, sin esconder pecado ni poner pretextos por tus faltas. No es suficiente solo que digas la verdad; tienes que amarla. Debes tener valor y decisión y ser guiado por tu conciencia”.
Como padre, tienes que entender que su caída no se debe a la debilidad, sino a que tu hijo escogió el mal. Luego debes enseñarle a cómo aprovechar la gracia de Dios para hacer el bien. Debes reforzar este tema cada vez que lo corrijas.
—Sé que hubieras podido hacer mejor. Dios te da las fuerzas cuando haces lo correcto. Hay que mantener limpia la conciencia. Cada mañana en oración comprométete a hacer lo correcto por la gracia de Dios. En tus propias fuerzas eres débil, pero hay gracia en Cristo Jesús. Debes aprender a orar en cualquier momento durante el día y pedir la gracia de Dios para responder a la lucha o tentación que estás enfrentando. Si siempre buscas la gracia de Dios para hacer lo correcto, vas a ver que tendrás su gracia cuando la necesites. Al final del día, ora otra vez. Dale gracias a Dios por su gracia y por las batallas ganadas. Pídele perdón por tus faltas. Y vuelve a comprometerte a vivir en victoria el día siguiente.
Puedes ver que responder de esta manera es mucho mejor que llamarlo tonto o denigrarlo por sus fracasos.
Los jóvenes llegan a la etapa de vida en que abandonan el hogar. La mayoría se casan. Es deber de cada padre preparar a su hijo y de cada madre preparar a su hija para la intimidad sexual del matrimonio. Hay libros que pueden ser de ayuda, pero tú debes estar a su lado para enseñarles lo que necesitan saber. Ellos no deben aprender de los expertos mundanos. Van a informarse de alguna manera. Muchas veces los padres aprenden muy tarde que sus hijos buscaron en el mundo información que ellos mismos les hubieran enseñado. Es el privilegio y responsabilidad de los padres enseñar a sus hijos sobre este tema.
El hecho de que vives y te relacionas continuamente con tu familia significa que le vas a fallar más a tu familia que a otras personas. Pero tu vida, tanto tus puntos fuertes como tus debilidades, también tiene más impacto sobre el destino eterno de tu familia que sobre cualquier otra persona.
El libro de Nehemías cuenta de los matrimonios mixtos entre los judíos que regresaron del cautiverio y los pueblos paganos. Relata que hubo hogares en que los hijos no hablaban el idioma de los judíos, sino el de los pueblos paganos. ¿Estarías satisfecho si solo la mitad de tus hijos se salvaran y pudieran “hablar el idioma” de la salvación y lo que significa conocer e imitar a Cristo? Tal como fue en los días de Nehemías, si has permitido las influencias mundanas en tu hogar, ya es hora de que te arrepientas y las deseches.
Los hogares fieles no solo transmiten la fe a sus hijos, sino también son un testimonio a este mundo. Si hay algo que se está perdiendo en este mundo moderno, es el hogar. Muchos hogares (si es que se pueden llamar hogares) están produciendo el fruto amargo del pecado, pues se está experimentando, permitiendo y animando actitudes egoístas hacia las relaciones. Se aceptan las filosofías novedosas de no tomar la vida en serio y aceptar los estilos de vida inmorales. Al contrario, el hogar feliz e íntegro pertenece a la minoría, pero atrae la atención de los que se preocupan por el futuro de la sociedad. Además, es por medio del matrimonio, la familia y el hogar cristiano que el mundo puede ver a Cristo. Verán tus buenas obras y glorificarán a tu Padre que está en los cielos.
Espero que nunca tengas que lamentarte, “Yo debería de haber estado allí para mis hijos. Debería de haber trabajado y jugado más con ellos. Debería de haber contestado sus preguntas. Lamento no haber apartado más tiempo para estar con ellos”. ¡Qué final más triste para la crianza de los hijos!
Muchos padres llegan a ser expertos y pueden dar consejos cuando ya nadie quiere escucharlos o después de que su vida egoísta y materialista haya desacreditado lo que dicen. Deberían de haber estado al lado de sus hijos cuando más los necesitaban; desarrollando una buena relación, aconsejando, apoyando, ayudando, orando y testificando juntos.
Por lo tanto, si tienes hijos jóvenes, hoy es el día oportuno. Aunque sientas que te falta sabiduría, la gracia de Dios está para ayudarles a ti y a tu hijo. Pide ayuda de los hermanos fieles de la iglesia cuando la necesites. Cuando más sientas tus flaquezas, Dios suplirá lo que necesites. Debes buscar la sabiduría de Dios hasta que estés seguro de que lo que le ofreces a tu hijo es de parte de Dios. Si aprendes de la Palabra de Dios, lo que le ofrezcas a tu hijo será la voluntad de Dios.
Enséñale a tu hijo lo que significa decir “Habla, Jehová, porque tu siervo oye”. Enséñale a seguir a Cristo con una entrega absoluta a su señorío. Tómalo de la mano mientras dé sus primeros pasos en la vida cristiana, así como cuando dio los primeros pasitos cuando era niño. Enséñale del libro de Proverbios lo que debe evitar y lo que debe perseguir. Mantén expectativas altas y haz todo lo que puedas para prepararlo para el día en que dé cuentas de sí ante Dios. Así podrás disfrutar una buena relación con él durante la vida terrenal y por toda la eternidad.
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1. El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usado con permiso.