No se Engañe con la Doctrina “Jesús Solamente”

La doctrina “Jesús solamente” es la reaparición de una doctrina que fue enseñada en distintas formas durante la última parte del siglo dos y en el siglo tres de la era cristiana. La doctrina fue conocida como “monarquianismo”.

El propósito de este tratado es examinar la doctrina llamada “Jesús solamente”, y no atacar a los seguidores de esta doctrina. Las siguientes citas, reproducidas textualmente de publicaciones hechas por los defensores de esta doctrina, declaran la postura de ellos en la materia de la Trinidad y el “bautismo en el nombre”.

Un folleto de ellos dice: “El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo están todos en Jesús”. “Nuestro Dios y Salvador es una y la misma persona”. “Dios el Padre es Jesucristo”. “Dios el Padre, quien está sobre todo, es Jesucristo”. Estas citas niegan la Trinidad y enseñan el unitarismo, que es una religión que no reconoce que Dios es más que una sola persona. Los defensores de esta doctrina atacan enérgicamente la doctrina de la Trinidad, la cual afirma que la divinidad está compuesta de tres personas, todas de una misma existencia y naturaleza. Pero esto ha sido la creencia de los cristianos fieles a través de los siglos, y todavía se predica en las iglesias bíblicas hoy día.

Los comienzos de la doctrina

La doctrina “Jesús solamente” es la reaparición de una doctrina que fue enseñada en distintas formas durante la última parte del siglo dos y en el siglo tres de la era cristiana. La doctrina fue conocida como “monarquianismo”. Algunos de los monarquianistas “consideraban a Cristo como Dios en persona, y como el Padre encarnado”. Los seguidores de Noetus enseñaban que “Cristo era el Padre, y que el Padre mismo había nacido, y había sufrido y muerto. Pues, si Cristo es Dios, tiene que ser el Padre, pues de lo contrario no es Dios; por lo tanto si Cristo sufrió, entonces Dios sufrió”. Algunos acertaban que “en la carne el Padre se cambió en Hijo, o sea que en la persona del Redentor, la carne de Jesucristo era el Hijo, y el Espíritu era el Padre”.

Sabellius, el principal de los monarquianistas, enseñaba que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son la misma persona, pero con tres nombres.

¿Es verdad esta doctrina?

En primer lugar, la iglesia siempre ha considerado esta doctrina como una herejía. Todos los principales defensores fueron excomulgados. También, la doctrina de la Trinidad se enseña por todo el Nuevo Testamento, y ha sido aceptada por la iglesia en todas las edades. Epifanio dice que “sacaron la herejía totalmente de ciertos libros apócrifos, principalmente del Evangelio de los Egipcios” (THE SCHAFFHERZOG ENCYCLOPEDIA OF RELIGIOUS KNOWLEDGE [Enciclopedia de ciencia religiosa por Schaff y Herzog]).

Así que concluyo que lo que fue rechazado por la iglesia en los siglos dos y tres por ser una herejía, y cuyos defensores fueron excluidos de ella, no llega a ser doctrina sana sólo por haber pasado dieciocho siglos. Es una herejía hoy tanto como lo fue en esa época, y merece el mismo rechazo hoy, como lo recibió de la iglesia primitiva.

La doctrina de la Trinidad

Reproduzco textualmente otras palabras más del folleto titulado “Jesús solamente”, al cual me referí arriba: “¿Sabe usted que ni la palabra ‘Trinidad’ ni ‘tres personas en la divinidad’ se encuentran [...] en la Biblia?” Esto es verdad, pero ¿qué importa? Hay cientos de términos y frases doctrinales que no se encuentran en la Biblia, las cuales se usan constantemente, y son aceptadas en todas partes. No es cuestión del uso de palabras bíblicas, sino de verdades enseñadas en la Biblia. La doctrina de la Trinidad y de las tres personas en la divinidad se enseña claramente en las sagradas Escrituras. Ni el unitarismo ni el monarquianismo son enseñados en el Nuevo Testamento, el cual enseña sólo la doctrina de la Trinidad. Por esto las enseñanzas del Nuevo Testamento tienen muy poca importancia a los unitarios.

En todo el Nuevo Testamento se distingue claramente el uno del otro: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Se ven comparados y puestos en contraste. A veces son separados, y se encuentran declaraciones en cuanto a cada uno en particular. Es claro que el Hijo no es el Padre; ni el Padre es el Hijo; ni tampoco el Espíritu es el Padre o el Hijo.

Aquí reproduzco algunas de las muchas citas bíblicas que se refieren a los tres miembros de la divinidad juntos: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Pablo escribió: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Corintios 13:14). En Mateo 3:16 y 17 se cuenta que cuando el Hijo fue bautizado, el Padre habló al Hijo desde el cielo, y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma. En Juan 14:16 y 17, Cristo, el Hijo, claramente se distingue del Padre y del Consolador, que es el Espíritu de verdad. También se deben escudriñar los versículos 23 y 26 del mismo capítulo, y Juan 15:23–26.

Jesús habla de Sí mismo, del Padre y del Espíritu Santo repetidas veces en términos que no pueden significar otra cosa, sino que son personas distintas. Véase Juan 16:13–15.

Es clara la diferencia entre el Hijo y el Padre al leer las muchas referencias de Jesús con respecto al Padre: que vino del Padre y que volvería al Padre; que el Padre envió al Hijo; que el Padre dio a Su Hijo unigénito. Si fueran lo mismo, todas estas declaraciones no tendrían ningún sentido. Uno no puede enviarse a sí mismo, ni ir a sí mismo, ni venir a sí mismo. Nótese el sentido de las citas siguientes: “Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (Hebreos 9:14). “Porque por medio de él [Cristo] los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18). “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1:2). Se debe notar también que “Elohim”, el nombre hebreo de Dios, está en el plural.

Corrigiendo los errores

Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Según los defensores de la doctrina “Jesús solamente”, estas citas enseñan que el Padre y el Hijo son lo mismo. ¿Pero en qué sentido son uno? Jesús mismo lo explicó diciendo: “Yo soy en el Padre y el Padre en mí. Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:10). Es claro que uno no puede morar en sí mismo. Se entiende que Jesús dejaba a entender que Él y Su Padre son personas distintas.

En Juan 17 Jesús dice claramente que Su unión con el Padre depende de que Él está en el Padre y el Padre en Él (Juan 17:21), y enseña que la misma unión que existe entre el Padre y el Hijo debe existir entre los cristianos. “Para que sean [los cristianos] uno, así como nosotros [el Padre y el Hijo] somos uno: yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad” (Juan 17:22, 23). La unión que existe entre los cristianos no los hace ser un solo cristiano. Tampoco la unión que existe entre el Padre y el Hijo Los hace ser una sola persona.

Algunos opinan que Jesús corresponde al hombre, la parte humana, y Cristo corresponde al Padre, la parte divina. Afirman que lo que nació de la virgen fue el Hijo, y lo que descendió desde arriba fue el Padre. Sin embargo, esto no concuerda con las Escrituras. Reproducimos algunas Escrituras para que se vea que los escritores inspirados por Dios se referían al Hijo por los dos nombres sin importar Su función humana o divina: “Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo [...] declarado Hijo de Dios” (Romanos 1:3, 4); “Jesucristo, Hijo de Dios” (Marcos 1:1); “Jesús murió” (1 Tesalonicenses 4:14); “Cristo [...] murió” (Romanos 5:6; 8:34; 1 Corintios 8:11; 15:3); “Jesús fue crucificado” (Mateo 28:5; Juan 19:20); “Cristo crucificado” (1 Corintios 1:23); “Jesucristo [...] crucificado” (1 Corintios 2:2).

La fórmula de bautismo

En los bautismos administrados durante la vida de Cristo, no se encuentra nada respecto a una fórmula de bautismo. Poco antes de Su ascensión Jesús mandó: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Tocante a esto, los que proponen la doctrina de “Jesús solamente” señalan que en el libro de los Hechos no se menciona nada de una fórmula de bautismo con los tres nombres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Afirman que la fórmula de bautismo admitía solamente el nombre Jesucristo, diciendo: “Si el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están todos en la persona de Jesús, el ‘nombre’ del Padre, Hijo, y Espíritu es Jesucristo”.

A esto respondemos en primer lugar, que no se encuentra fórmula de bautismo en el libro de los Hechos. En un lugar fueron bautizados “en el nombre de Jesucristo” (Hechos 2:38), en otro: “en el nombre de Jesús” (Hechos 8:16), y en otro: “en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 10:48; 19:5). Por los distintos nombres usados en estas citas, se entiende que no queda establecida ninguna fórmula de bautismo.

Además, el versículo en Mateo 28:19 no es una fórmula para el bautismo. Los que toman esta Escritura como una fórmula de bautismo, no entienden su sentido verdadero. Hay varias Escrituras que nos mandan a hacer cosas distintas en el nombre del Señor, o en el nombre del Señor Jesús. Pero ninguna propone fórmula alguna con el nombre de Jesús.

Lo verdadero es que debemos hacer “todo en el nombre del Señor Jesús” (Colosenses 3:17). Jesús dijo: “Yo he venido en nombre de mi Padre” (Juan 5:43). Jesús afirmó que no actuaba por Sí mismo, sino de parte del Padre (Juan 10:25). Cuando actuaba en el nombre de Su Padre, actuaba de parte del Padre y con Su autoridad. Sus palabras no tienen otro significado.

Asimismo, cuando las gentes fueron bautizadas en el nombre del Señor Jesús, fueron bautizadas de parte de la Trinidad y con la autoridad de Ella. Lo que Jesús quería decir en Mateo 28:19, era que Sus discípulos hicieran todo con la autoridad de la Trinidad.

Estamos de acuerdo que se debe dar énfasis al nombre de Jesús en la obra de la iglesia. Entendemos que los judíos ya creían en el Padre y en el Espíritu. Para ellos la cuestión de suma importancia era la fe en Cristo. Cuando un judío creía en Cristo y recibió el bautismo en Su nombre, él fue rechazado de la comunidad de judíos. El nombre de Cristo era la linea que separaba a los cristianos de los judíos. Así que a los judíos igual que a los gentiles se les predicó que creyesen en el Señor Jesucristo. Pero a los gentiles, quiénes adoraban a los ídolos, les faltaba el creer en el Padre y en el Espíritu Santo también: eso es, en la Trinidad.

Debemos aclarar que en el libro de Hechos, nunca dice que la gente fue bautizada sólo en el nombre de Jesús. A través de los siglos, la iglesia siempre ha usado los tres nombres de la Trinidad. Fisher, en su libro HISTORY OF CHRISTIAN DOCTRINE [Una historia de la doctrina cristiana], página 46, dice: “En el DIDACHE [que traducido es: ‘Enseñanza de los doce apóstoles’] se requiere el bautismo en el nombre del Señor para participar de la Eucaristía [la comunión o santa cena]. En las instrucciones para administrar la ceremonia, tenemos escrita la orden de bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. El Didache es uno de los primeros escritos cristianos, e indica que se usaban los tres nombres. En todos los textos antiguos y modernos que yo he examinado, nunca he hallado escrito alguno de cristiano fiel en contra de su uso.

¿Salvará el bautismo?

Que el bautismo en ciertos aspectos tiene que ver con la salvación, está claro en las Escrituras. Los que defienden la doctrina “Jesús solamente” dicen: “El bautismo se debe administrar tan pronto que se arrepienta el pecador, para que sea salvo”. Pedro dijo: “Bautícese cada uno de vosotros [...] para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). Ananías le dijo a Pablo: “Bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16).

Según las Escrituras, hay dos sentidos en que se lavan los pecados. Uno es la verdadera limpieza espiritual que purifica de la culpa de pecado. El otro es una limpieza ceremonial o figurativa, que representa la obra de la primera. Conforme al antiguo pacto, la limpieza espiritual del pecado fue efectuado por confesar el pecado y ofrecer sacrificio. La limpieza ceremonial fue realizada por rociarse o lavarse en agua.

Según el nuevo pacto, la limpieza espiritual se efectúa por la sangre de Cristo, nuestro sacrificio: “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5); “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Por consiguiente, el bautismo con agua nos limpia sólo en el segundo sentido, que es figurativo. Esto concuerda perfectamente con las palabras de Pedro, cuando dijo: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios)” (1 Pedro 3:21).

El sentido de las palabras de Pedro en Hechos 2:38 era claro a los judíos. El SMITH’S BIBLE DICTIONARY [Diccionario Bíblico de Smith] dice: “Existe el acuerdo universal entre los escritores judíos de tiempos modernos, que los israelitas todos entraban en pacto con Dios por la circuncisión, el bautismo y el sacrificio, y que los gentiles convertidos fueron admitidos a través de los mismos procedimientos”. Se reproduce textualmente lo siguiente del artículo titulado “Prosélitos” de THE SCHAFF-HERZOG ENCYCLOPEDIA OF RELIGIOUS KNOWLEDGE: “Sólo después de instrucción preparatoria impartida por tres escribas, se llevaba a cabo la ceremonia triple de admisión: circuncisión, bautismo, y sacrificio”.

De otros escritos entendemos que primero el discípulo fue circuncidado y ofreció un sacrificio confesando sus pecados. Entonces se le daban instrucciones hasta que se le sanara la circuncisión, cuando por el bautismo era “lavado de su impureza pagana”. Vemos estas dos ceremonias, el sacrificio y el lavamiento o sea el bautismo, usados para la purificación de los leprosos (Levítico 14). La purificación espiritual se producía al momento de confesión y sacrificio. El bautismo, que se realizaba varios días después, era solamente figurativo y una formalidad.

Esta purificación formal y figurativa de los pecados e impurezas era claramente entendida por los judíos, a quiénes hablaba Pedro en el Día de Pentecostés. Así que cuando Pedro les mandó bautizarse para perdón de sus pecados, ellos entendieron que el bautismo no les purificaba espiritualmente, sino en figura. Esto es exactamente lo que es el bautismo. Nos salva en figura, o sea, el bautismo es figura de la purificación actual y espiritual. La limpieza verdadera se realiza mediante el sacrificio de Cristo por nosotros, de igual manera que se efectuaba la purificación de los gentiles convertidos mediante el sacrificio de animales y la confesión. Por consiguiente, el bautismo debidamente sigue la salvación, y no es la misma salvación. La salvación viene por medio del arrepentimiento y la fe, no por una ceremonia externa.

Las mismas Escrituras claramente dan a entender que el bautismo no salva. Cuentan que Simón Mago creyó y fue bautizado; pero Pedro tuvo que decirle que su corazón no estaba bien con Dios, y le instaba a que se arrepintiera, porque aún estaba en “hiel de amargura, y en prisión de maldad” (Hechos 8:13, 20–23). También, luego que Pedro vio que el Espíritu fue derramado sobre los congregados en la casa de Cornelio, él mandó que se bautizaran (Hechos 10:44–48). Estas dos Escrituras son claras: Simón todavía era pecador aunque fue bautizado. Y los de la casa de Cornelio fueron salvados y bautizados con el Espíritu Santo, aún faltando el bautismo con agua. Además, el ladrón que fue crucificado junto a Jesús fue salvado pero no fue bautizado nunca.

Vemos, pues, que no se encuentra en las Escrituras mandamiento que dice que uno ha de ser bautizado sólo en el nombre de Jesús. No hay fundamento decir que no son salvos, ni son bautizados cristianamente, los que han sido bautizados en los nombres de la Trinidad. La doctrina “Jesús solamente”, según la hemos examinado, no debe ser aceptada por los que quieren seguir la verdad. Si usted ha sido bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo después de arrepentirse y creer en Jesús como su Salvador, ya ha recibido el bautismo cristiano conforme a las Sagradas Escrituras. Pero si usted ha sido bautizado según alguna fórmula, y no ha lavado su corazón con la sangre de Jesús, para nada le sirve el bautismo con agua.

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El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
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